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Con los pajares vacíos 28 jun 2012 20:23 La Guardacasera

«Las enseñanzas de nuestros mayores»


De pequeña aprendí de mis padres y estos a su vez de los suyos que cuando los años venían buenos era nuestra obligación guardar para los malos que en lo venidero podían llegar. Esta enseñanza era especialmente válida en Jumilla, donde su agricultura como fuente de vida se sostenía sobre pobres terrenos y una climatología paupérrima en lo hidrológico. Sin embargo, nuestros antepasados hicieron de esa debilidad una virtud recogiendo y guardando cuando la providencia y las cosechas se mostraban generosas con estas tierras.
En los buenos años los pajarease llenaban hasta reventar recalcando la paja, con la previsión de que quizá, al siguiente año, la mies no llega a levantar un palmo sobre el suelo. Todavía hoy si visitamos los antiguos pajares que se conservan en nuestro término veremos como sus muros están reforzados con contrafuertes que ayudaban a soportar la presión de aquel hacinamiento, si observamos sus techumbres en el interior, nos daremos cuenta la densidad y número de traviesas o troncos de pino que las sostienen son mayores. Todo, hasta la arquitectura, respondía a ese ánimo previsor, ahorrador que diríamos hoy.
Pero con la modernidad, el abandono rural, hemos perdido hasta la parte más nuclear de nuestra cultura y con ella esos mecanismos de supervivencia que habíamos aprendido de nuestros mayores.
Para qué guardar y ahorrar si papa Estado prevé por nosotros en caso de adversidad (paro), enfermedad (sanidad) o vejez (pensión). Si nuestros frigoríficos se vacían basta con ir mañana al supermercado, si carecemos de dinero para adquirir aquello que deseamos, para qué esperar un año si puedo disfrutarlo hoy… En este estado de cosas llegó el euro, y los tipos de interés barato, tan barato que salía más barato pedir un préstamo y pagar los intereses antes que pagar al contado. Vaya que si pedimos, cambiamos de coche, de casa, la amueblamos o nos fuimos a Cancún a visitar esa playa de aguas turquesas... Hoy los pajares están vacíos, quienes nos prestaron nos están reclamando el pago de nuestra deuda; mientras el año y las cosechas no se esperan cuantiosas, pues no hay de donde recoger.
Seguramente deberíamos mirar más a aquellas cosas que nos hicieron fuertes e independientes como pueblo y que esta vorágine de cambio en nuestra sociedad nos ha hecho olvidar.

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