«El Internet que nos viene»
Si creemos el informe de la ITU (Unión Internacional de Telecomunicaciones), dependiente de la ONU, hemos cerrado este año con más dispositivos móviles que habitantes tiene la tierra. En otras palabras, da igual quien seas, ciudadano del mundo desarrollado o habitante del mal llamado tercer mundo. Hasta puede que seas un inmigrante sin papeles que arriesgó su vida cruzando el estrecho para venir al primero de los mundos, que ahora deambules buscando trabajo por las calles de Jumilla o viviendo en alguna vieja y destartalada casa de ésta ciudad; sea como fuere, eres un afortunado usuario de ese dispositivo que, como un cordón umbilical, nos mantiene unidos y conectados con el mundo ahora global. Eres un punto en la inmensurable red que llamamos Internet y, cuando todos estamos enganchados a ella, nos viene el Internet de las cosas, por ello quizá te preguntes: ¿Qué es eso del Internet de las cosas?
Bajo esa denominación, se describe la tendencia de las TIC en los próximos años, en definitiva, consiste en que ahora que todos disponemos de terminales móviles (la inmensa mayoría inteligentes o smatphones), podemos interactuar además de con las personas como venimos haciendo, con las cosas. Hablamos pues de utilizar nuestro terminar móvil para conectar con la memoria y control de nuestra calefacción en casa para encenderla o subir su temperatura; con nuestro frigorífico que nos dará el volumen y stock de alimentos contenidos facilitándonos la lista de compra en el supermercado; con nuestro sistema de alarma; con nuestro coche; con los numerosos puntos inteligentes que poblaran nuestras ciudades en eso que algunos denominan «Smart City» (en castellano equivaldría a Ciudad Inteligente), que nos facilitaran toda clase de información ayudándonos en las tareas más comunes de nuestra vida diaria (guía turística-cultural, puntos de interés, comercial…).
Nada es nuevo hemos venido observando como el control de nuestros coches, casas y electrodomésticos ha ido paulatinamente avanzando hacia la digitalización electrónica, mientras la microelectrónica abarataba y desarrollaba la llamada tecnología sin cables; ahora pues que nuestro móvil es capaz de conectarse a la red Internet ¿por qué no utilizarla también para comunicarnos con nuestros dispositivos y que nos faciliten muchas cosas de nuestra vida cotidiana? Encender el microondas y subir la temperatura de casa mientras regresamos en el autobús de nuestro trabajo, incluso instantes antes de que finalice ya es una realidad; pero cada día lo será más en la medida que junto a los controles digitalizados de las cosas, de todas, se incluya un módulo de comunicación inalámbrico.
Si el Internet que vivimos es el de las redes sociales e interpersonales, poco a poco nos estamos sumergiendo en otro nuevo ámbito de comunicación en la red «El Internet de las cosas». Un Internet que va más allá del control de los hogares demóticos y de poder interactuar con los cachivaches de nuestra casa a distancia. Nuestro móvil se constituye así en la lámpara de Aladino, en la caja mágica que nos permitirá el «Ábrete sésamo» que nos conducirá al control de las cosas y cumplimiento de nuestros deseos.
Ni tan siquiera tendremos que dar las órdenes, nuestro móviles tienen sensores (cámara, gps, micrófono…) que pueden recopilar datos y los están subiendo continuamente a la red, son una extensión de nuestros sentidos y puedem interactuar con las cosas de nuestro entorno. Pero el Internet de las cosas no se ciñe únicamente al usuario particular, seguramente donde más capacidad demuestra es en la industria, comercio y servicios públicos (especialmente en la sanidad). En este sentido, el Internet de las cosas, ya ha revolucionado el transporte y la logística permitiendo saber donde se encuentra en este instante el envío que solicitamos hace unas horas o días; ahora revolucionará otros como el sanitario, medio ambiente, comercio, turismo, etc.
En sanidad, por ejemplo, será posible hacer el seguimiento de enfermos sin necesidad de estancias hospitalarias o desplazamientos a los centros sanitarios. Mediante la nanotecnología se puede monitorizar nuestro cuerpo y enviar los datos a través de Internet a nuestro médico o centro de salud.
Es posible que algunos de los lectores puedan pensar que hablo de «ciencia ficción», pero la tecnología de la que hablo ya está desarrollada, existe , la están utilizando un grupo muy pequeño de usuarios en estos momentos. El mercado de móviles está saturado y, en la medida que todos poseemos el nuestro, la industria (de todos los sectores), toma nota de ello, y orienta sus ventas hacia los campos que esta tecnología abre. De ahí que, el próximo certamen correspondiente a la 48 edición del CES (Consumer Electronic Association, agrupa a 2.000 compañías de EEUU y es la mayor feria mundial de la tecnología), estará dedicada al «Internet de las cosas»
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Para saber más si el tema te interesa:
Artículos en la web:
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Si creemos el informe de la ITU (Unión Internacional de Telecomunicaciones), dependiente de la ONU, hemos cerrado este año con más dispositivos móviles que habitantes tiene la tierra. En otras palabras, da igual quien seas, ciudadano del mundo desarrollado o habitante del mal llamado tercer mundo. Hasta puede que seas un inmigrante sin papeles que arriesgó su vida cruzando el estrecho para venir al primero de los mundos, que ahora deambules buscando trabajo por las calles de Jumilla o viviendo en alguna vieja y destartalada casa de ésta ciudad; sea como fuere, eres un afortunado usuario de ese dispositivo que, como un cordón umbilical, nos mantiene unidos y conectados con el mundo ahora global. Eres un punto en la inmensurable red que llamamos Internet y, cuando todos estamos enganchados a ella, nos viene el Internet de las cosas, por ello quizá te preguntes: ¿Qué es eso del Internet de las cosas?
Bajo esa denominación, se describe la tendencia de las TIC en los próximos años, en definitiva, consiste en que ahora que todos disponemos de terminales móviles (la inmensa mayoría inteligentes o smatphones), podemos interactuar además de con las personas como venimos haciendo, con las cosas. Hablamos pues de utilizar nuestro terminar móvil para conectar con la memoria y control de nuestra calefacción en casa para encenderla o subir su temperatura; con nuestro frigorífico que nos dará el volumen y stock de alimentos contenidos facilitándonos la lista de compra en el supermercado; con nuestro sistema de alarma; con nuestro coche; con los numerosos puntos inteligentes que poblaran nuestras ciudades en eso que algunos denominan «Smart City» (en castellano equivaldría a Ciudad Inteligente), que nos facilitaran toda clase de información ayudándonos en las tareas más comunes de nuestra vida diaria (guía turística-cultural, puntos de interés, comercial…).
Nada es nuevo hemos venido observando como el control de nuestros coches, casas y electrodomésticos ha ido paulatinamente avanzando hacia la digitalización electrónica, mientras la microelectrónica abarataba y desarrollaba la llamada tecnología sin cables; ahora pues que nuestro móvil es capaz de conectarse a la red Internet ¿por qué no utilizarla también para comunicarnos con nuestros dispositivos y que nos faciliten muchas cosas de nuestra vida cotidiana? Encender el microondas y subir la temperatura de casa mientras regresamos en el autobús de nuestro trabajo, incluso instantes antes de que finalice ya es una realidad; pero cada día lo será más en la medida que junto a los controles digitalizados de las cosas, de todas, se incluya un módulo de comunicación inalámbrico.
Si el Internet que vivimos es el de las redes sociales e interpersonales, poco a poco nos estamos sumergiendo en otro nuevo ámbito de comunicación en la red «El Internet de las cosas». Un Internet que va más allá del control de los hogares demóticos y de poder interactuar con los cachivaches de nuestra casa a distancia. Nuestro móvil se constituye así en la lámpara de Aladino, en la caja mágica que nos permitirá el «Ábrete sésamo» que nos conducirá al control de las cosas y cumplimiento de nuestros deseos.
Ni tan siquiera tendremos que dar las órdenes, nuestro móviles tienen sensores (cámara, gps, micrófono…) que pueden recopilar datos y los están subiendo continuamente a la red, son una extensión de nuestros sentidos y puedem interactuar con las cosas de nuestro entorno. Pero el Internet de las cosas no se ciñe únicamente al usuario particular, seguramente donde más capacidad demuestra es en la industria, comercio y servicios públicos (especialmente en la sanidad). En este sentido, el Internet de las cosas, ya ha revolucionado el transporte y la logística permitiendo saber donde se encuentra en este instante el envío que solicitamos hace unas horas o días; ahora revolucionará otros como el sanitario, medio ambiente, comercio, turismo, etc.
En sanidad, por ejemplo, será posible hacer el seguimiento de enfermos sin necesidad de estancias hospitalarias o desplazamientos a los centros sanitarios. Mediante la nanotecnología se puede monitorizar nuestro cuerpo y enviar los datos a través de Internet a nuestro médico o centro de salud.
Es posible que algunos de los lectores puedan pensar que hablo de «ciencia ficción», pero la tecnología de la que hablo ya está desarrollada, existe , la están utilizando un grupo muy pequeño de usuarios en estos momentos. El mercado de móviles está saturado y, en la medida que todos poseemos el nuestro, la industria (de todos los sectores), toma nota de ello, y orienta sus ventas hacia los campos que esta tecnología abre. De ahí que, el próximo certamen correspondiente a la 48 edición del CES (Consumer Electronic Association, agrupa a 2.000 compañías de EEUU y es la mayor feria mundial de la tecnología), estará dedicada al «Internet de las cosas»
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Para saber más si el tema te interesa:
- Documento PDF de la Fundación Bankinter.
- Libro en PDF de Fundación telefónica (2011).
- Artículo en PDF de Antonio Fumero (Universidad Politécnica de Madrid) e Ignacio Rodríguez (Analistas Financieros Internacionales)
Artículos en la web:
- Artículo de divulgación de la Universidad de Granada.
- Informe TICfacil.com.
- Página de Muy interesante.
- Reciente artículo de El Economista.