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Cuando David venció a Goliat
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Una victoria pírrica que nos conduce al desastre de nuestro ecosistema.
A punto de cumplirse la épica victoria del David jumillano Pascual Carrion, una victoria por la que el Tribunal Superior de Justicia de Murcia anulaba el plan parcial de la urbanización «Santa Ana del monte Jumilla-Golf»; es el momento de preguntarse sí realmente el pequeño pastor derribo al gigante Goliat.
La sentencia del tribunal, tumbaba el proyecto de construcción de unas 15.000 viviendas y el campo del golf, bajo el argumento de la escasez de agua para abastecer una población equivalente a la que Jumilla mantenía por entonces. Todos vimos con alivio que por una vez la justicia daba la razón al débil, en este caso a Pascual que, por aquel entonces, cumplía 60 años y pretendía terminar sus días cuidando de sus 300 cabras y ovejas como venía haciendo toda su vida. Por una vez David había vencido a Goliat como titulaban algunos medios de comunicación nacional como el Idealista/News o el blog de 20 Minutos que titulaba El David de Jumilla vence al Goliat de las urbanizaciones . Todo auguraba un final feliz para nuestro pequeño pastos, para nuestros recursos hídricos y nuestro ecosistema.
Al poco tiempo descubrimos que no sólo se derivaban bondades de aquella sentencia, por lo pronto como si de daños colaterales se tratara, empezaron a aparecer los damnificados de la victoria. Resulta que un buen número de familias locales y foráneas habían comprado ya viviendas y de pronto por la paralización de las obras veían como el dinero a cuenta corría el peligro de perderse. Un buen número de hectáreas en las que se había comenzado a urbanizar, quedaban arruinadas por cimentaciones de hormigón inutilizando así sus dos usos; el de futuro como urbano, y del pasado como agrícola. Desde entonces hasta hoy aquellas algo más de 30 hectáreas han permanecido inertes como un enorme erial salpicado por alguna torre y resto de urbanización.
Pero ahora, el aparente abandono se ha visto roto por la irrupción de maquinaria pesada construyendo embalses de riego, despedregando la zona y canalizado las tuberías de riego localizado por goteo. Las grandes empresas hortofrutícolas no han tardado en encontrar terrenos y agua (la que no había para uso urbano) para cultivar bajo el sol ardiente del altiplano jumillano tres cosechas anuales de lechuga, brócoli y espinacas. Ya no gastaremos un agua escasa en regar césped y abastecer unas viviendas donde ingleses habidos de sol vendrán a pasar los inviernos. No, por el contrario, regaremos con tres veces más gasto de un agua escasa en subsuelo jumillano una agricultura intensiva que utiliza grandes cantidades de productos nitrogenados para abastecer las gargantas de los grandes mercados de superficie del sector agroalimentario. De paso, como el que no quiere la cosa, gastaremos un agua que no tenemos, que es cada día más escasa y a la que la propia sentencia que tiró para atrás aquella urbanización, recurría como argumento para justificar su decisión; al mismo tiempo los lixiviados que producen los abonos utilizados terminarán contaminando y envenenando el subsuelo del cual proceden.
No es ciencia ficción, mientras los murcianos horrorizados por la muerte al toneladas de pececillo en la laguna del Mar Menor, recogen firmas para dotar de personalidad jurídica a la laguna: mientras esto ocurre, y como consecuencia de esa misma agricultura hortofrutícola intensiva, ignoran que miles de personas que habitan el altiplano comienzan a envenenarse por idéntico proceso.
Hoy en Septiembre de 2021, cuando apenas atisbamos a ver los nuevos usos de estas tierras, fruto de la pírrica victoria de nuestro David particular, cabe preguntarse seriamente: ¿De verdad David venció a Goliat?