«En el recuerdo»
La vida no es otra cosa sino memoria, acaso el ADN que nos define es algo distinto a la memoria química en forma de cadenas proteínicas. Es esa memoria orgánica la que nos define como sujetos individuales, en ella están contenidos todos los detalles de cuanto somos: el color de nuestros ojos, la forma de nuestro rostro y hasta la propensión a enfermedades crónicas. Nuestras vidas no las llenamos sino de memoria, de recuerdos vividos y compartidos con las vidas de los demás.
En nuestra cultura destinamos un día al año, una noche para el recuerdo de aquellos seres queridos que ya no están con nosotros, ese es el sentido de la noche de difuntos que todos de niños adornábamos con fantasías sobre cementerios y difuntos. Era una manera de exorcizar el misterio de la muerte, pues si este ya se escapa a la comprensión de un adulto, mucho más lo hace en la mente de un niño. Aquí no hay ni Truco ni trato, lo que habían eran historias de apariciones, la de un abuelo difunto, la de aquel pariente o conocido que, en una ocasión, se tropezó con el difunto para advertirle de un peligro inminente, para aconsejarle en una difícil tesitura. Eran las historias del contacto con el más allá, el nexo débil y misterioso que nos unía y comunicaba con él.
Por eso quiero darle el auténtico sentido que ésta noche en nuestra cultura, el de recordaros, no sólo a mis seres queridos que me dejateis sino a tantos y tantos otros paisanos que llenaís la memoria de mi vida, aquellos días de infancia, adolescencia y juventud. Pues mi vida no nada sin el recuerdo referido a cada uno de vosotros. A algunos tuve ocasión de conoceros y trataros más a fondo, a otros, apenas os conoci por referecia y de veros por las calles o escucharos en alguna ocasión; pero todos formaís parte de eso que llamo mi vida.
Por mis seres queridos enciendo la primera vela, por Pancholi, Tiriti, Juanico el de las Torraicas, Amadeo el sereno, los del Banco de los Azorines, El Nato, Picolla, Gómez el de la fragua, Remedios la de la Luz, El Trini, el Tío Ignacio, La tia Juana, Maripepa,Vitoriano y… por tantos y tantos cuya lista sería interminable transcribir aquí, encenderé una segunda vela. Lo haré en vuestra memoria, que no es sino mi vida misma la de todos los que os conocimos y compartimos con vosotros un trozo de este caminar que llamamos vivir.
Que no cuenten conmigo para disfrazarme de mamarracho, pues yo como dice un murcianico de pro en el cartel que ha colgado en su balcón: “Aquí no se celebra halloween, hasta que los americanos hagan el Bando de la huerta”. Yo, como él, «No pienso celebrar esta gaita de halloween hasta que los americanos no almuercen una buena gachamiga»
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La vida no es otra cosa sino memoria, acaso el ADN que nos define es algo distinto a la memoria química en forma de cadenas proteínicas. Es esa memoria orgánica la que nos define como sujetos individuales, en ella están contenidos todos los detalles de cuanto somos: el color de nuestros ojos, la forma de nuestro rostro y hasta la propensión a enfermedades crónicas. Nuestras vidas no las llenamos sino de memoria, de recuerdos vividos y compartidos con las vidas de los demás.
En nuestra cultura destinamos un día al año, una noche para el recuerdo de aquellos seres queridos que ya no están con nosotros, ese es el sentido de la noche de difuntos que todos de niños adornábamos con fantasías sobre cementerios y difuntos. Era una manera de exorcizar el misterio de la muerte, pues si este ya se escapa a la comprensión de un adulto, mucho más lo hace en la mente de un niño. Aquí no hay ni Truco ni trato, lo que habían eran historias de apariciones, la de un abuelo difunto, la de aquel pariente o conocido que, en una ocasión, se tropezó con el difunto para advertirle de un peligro inminente, para aconsejarle en una difícil tesitura. Eran las historias del contacto con el más allá, el nexo débil y misterioso que nos unía y comunicaba con él.
Por eso quiero darle el auténtico sentido que ésta noche en nuestra cultura, el de recordaros, no sólo a mis seres queridos que me dejateis sino a tantos y tantos otros paisanos que llenaís la memoria de mi vida, aquellos días de infancia, adolescencia y juventud. Pues mi vida no nada sin el recuerdo referido a cada uno de vosotros. A algunos tuve ocasión de conoceros y trataros más a fondo, a otros, apenas os conoci por referecia y de veros por las calles o escucharos en alguna ocasión; pero todos formaís parte de eso que llamo mi vida.
Por mis seres queridos enciendo la primera vela, por Pancholi, Tiriti, Juanico el de las Torraicas, Amadeo el sereno, los del Banco de los Azorines, El Nato, Picolla, Gómez el de la fragua, Remedios la de la Luz, El Trini, el Tío Ignacio, La tia Juana, Maripepa,Vitoriano y… por tantos y tantos cuya lista sería interminable transcribir aquí, encenderé una segunda vela. Lo haré en vuestra memoria, que no es sino mi vida misma la de todos los que os conocimos y compartimos con vosotros un trozo de este caminar que llamamos vivir.
Que no cuenten conmigo para disfrazarme de mamarracho, pues yo como dice un murcianico de pro en el cartel que ha colgado en su balcón: “Aquí no se celebra halloween, hasta que los americanos hagan el Bando de la huerta”. Yo, como él, «No pienso celebrar esta gaita de halloween hasta que los americanos no almuercen una buena gachamiga»