El Alcalde de Jumilla tiene el síndrome de la Moncloa
«Las cosas que ofuscan la mente»
Cuando desde la Moncloa gobernaba el primer y más carismático de los presidentes de gobierno democráticos que hemos tenido, me refiero a Adolfo Súarez,
se acuñó la denominación de
síndrome de la Moncloa, para designar los efectos desvastadores que el aislamiento entre los muros del palacio de la Presidencia estaba causando en una persona que, por lo general, tenía una empatía enorme para conectar con la gente. Sin embargo, Adolfo Súarez, terminó su último mandato recluido como un monje en la Moncloa, perdió el pulso del pueblo, la conexión con la calle y el palpito de sus gobernados. Por terminar, todos sabemos que perdió el poder y se deshizo aquel nido de buitres que componían la UCD.
Quienes conocemos a Enrique Jiménez, nuestro Alcalde, sabemos de su carácter gentil, afable y servicial, de ahí que muchos digan ahora que se le ha subido el poder a la cabeza. Yo no lo creo, más bien pienso que padece el
síndrome de la Moncloa, enfermedad que no la causa ese edificio en particular; sino el que cuando se ostenta poder y uno cree dejarse la piel en resolver los problemas (otra cosa distinta es que lo consiga), termina por no aceptar que los gobernados sigan sin reconocer ni la solución a los mismos, ni tan siquiera el empeño que tu sabes que haces.
El gobernante ha de tener una cierta cintura, un cierto aguante; pero es sumamente difícil, especialmente si gran parte de tu equipo no está en sintonía con el afán que te guía a ti de servir al pueblo; sino más bien por ganarse particularmente su plato de habichuelas. Tampoco es fácil cuando te dejas llevar por los comentarios, sonrisas y palmaditas en la espalda de los miles de aduladores que conlleva siempre el poder. Pues finalmente, siendo consciente de tus desvelos en arreglar las cosas y rodeado de los tuyos que van a lo suyo, más la cohorte de aduladores que te sonríe falsamente, terminas por ver la realidad como no es.
Recuerdo que en la noche del escrutinio, el todavía candidato vencedor, se dirigió a un grupo de jumillanos que había acudido a la calle Cánovas frente a la sede del PP diciendo:
“Nos vamos a dejar la piel para resolver los problemas del pueblo”. Doy fe que, a mi juicio, se la está dejando. Hasta creo que entre los motivos que condujeron a su hospitalización no son ajenos los desvelos y disgustos que el ejercicio de su cargo le acarrea. Enrique, no lo duden, se está dejando la piel, otra cosa es que los resultados de ello coincidan con lo que él persigue y nosotros deseamos.
Es sin duda ese síndrome de la Moncloa, lo que le conduce a estar de continúo irascible hacia la crítica venga de donde venga. Especialmente esto lo podemos observar en los plenos, donde con frecuencia los ediles de la oposición logran sacarlo de sus casillas y él termina solucionándolo haciendo valer el poder que le otorga su cargo. El abandono de la oposición en el último pleno fue un claro ejemplo de cuanto les cuento.
Para colmo de males alguno de sus más allegados colaboradores, en círculos que estima de confianza, va dejándose caer refiriéndose a su jefe de filas:
«Es una pena lo de este hombre no está a la altura de las circunstancias ni de lo que se esperaba de él», (precisamente uno de los que vive del erario público). Seguramente estas pequeñas traiciones surgen ahora a un año vista de nuevas elecciones, pues también aquí, como en la extinta UCD los buitres merodean, traicionan y se posicionan esperando posicionarse para los cargos posibles de la siguiente legislatura.
Unos piensan en la sucesión a la alcaldía, otros en seguir en la concejalía de liberados y luego están los que desean el salto al poder regional.
Mal lo tienen todos, pues se están repartiendo la liebre antes de cazarla y el panorama tanto regional como local al que se enfrentarán no es ni parecido al que encontraron hace tres años, pero allá ellos.
En los mentideros políticos bien informados de Murcia, se dice que el PP está descontento con varios alcaldes de su grupo, entre ellos el nuestro, y que los castigaran al alza; es decir, dándoles premios en el gobierno regional de Consejeros y Directores Generales, así agradecen los servicios prestados y más tarde en una remodelación se los quitan de en medio sin más problemas.
Se cuenta también que PP e IU están en conversaciones barajando una lista conjunta por el Altiplano al Parlamento Regional. Si llegara a cuajar dicho acuerdo, al PP le volaría al menos un parlamentario regional por nuestra circunscripción y, los aspirantes locales al cargo de culiparlante regional, se quedarían a dos velas.
Ignoro ahora cuales son las aspiraciones de Enrique, cuando ya estamos a pocos días más de un año del nuevo envite electoral, pero espero y le deseo que el tiempo que le resta se tome con otro animo el cargo, abra los ojos, conecte y oiga a la gente de la calle, ponga en duda las adulaciones y haga gala de lo que el mismo decía siendo candidato
“Gobernaré con la mano tendida”. Porque en que decías referido a los impuestos, no quiero ni recordarlo (nos los has subido todos Enrique). Todavía está a tiempo de hacerlo y enjugar los errores cometidos, si lo hace ganará el, su salud y todos nosotros.
En cualquier caso Enrique, yo estoy deseando que pase este trance y volver a encontrarme con el Enrique de siempre.