«No me traigáis nada, sólo llevaros una cosa»
Queridos reyes Magos:
Seguramente os extrañará ver mi carta después de tanto tiempo sin escribiros; pero perdida la esperanza en la gestión de los hombres solo me queda la fe e ilusión que, todavía alberga mi alma de niño, en vuestras majestades.
No voy a deciros aquello de que me he portado bien este año, pues seguramente he cometido los errores e impertinencias de siempre, tampoco voy a pediros que me traigáis nada, pues resulta vano pedir esas cosas tan grandilocuentes que pedimos los mayores como la paz o la justicia. Con los años, he aprendido que cuando nos ponemos en los labios esas palabras, cuando las invocamos en nuestra lucha humana, las más de las veces cometemos las mayores atrocidades y genocidios contra nuestros semejantes, no hace mucho que comprendí que no basta con desearlas hay que trabajarlas y comprometerlas en cada una de nuestras acciones diarias y, siempre, sin nombrarlas, sin tomar su nombre en vano.
De ahí que no os pida nada en este viaje de llegada que emprendéis mañana, así dejo hueco a los muchos e ilusionados corazones infantiles; pero a la vuelta, ya de regreso y de vacío, con vuestros camellos rebosantes de energía por todo lo que para ellos ha preparado los chiquillos en sus casas. Entonces, a la vuelta, me gustaría que os llevaseis el paro, la crisis y la desesperanza que nos invade. Me gustaría que con vosotros se fueran las autonomías, los políticos que convierten el ejercicio público en una forma de medrar, desterrar la corrupción y derroche… Me gustaría que os llevaseis tantas cosas que, seguramente, no podrías con tan enorme peso en vuestro viaje de regreso. Por ello y recordando aquello que mis padres me decían de niño: «Hijo no seas avaricioso, a los Reyes Magos sólo se les pide una cosa», sólo os pediré que os llevéis cuanto antes a esta Casta política. Quizá sabia y nueva haga rebrotar ramas sanas de nuevo en este viejo árbol carcomido por la Casta parásita que lo invade.
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