«Enfadados con el mundo»
Hace unos días una persona allegada vino a verme hundido en la más absoluta depresión, tan profunda que mientras le escuchaba me venía a la mente aquella pintada de los años setenta que rezaba así
«Parad el mundo, que yo me bajo aquí».
Este estado anímico no es exclusivo de mi amigo; no, andamos todos instalados en el desaliento y el desánimo como producto de una crisis que parece no tener un horizonte claro de solución y, seguramente también, por la cíclica crisis de astenia otoñal.
Todo ello es posible pero, si me lo permiten, les diré que seguramente esto nos ocurre porque los cambios sociales introducidos por el advenimiento el nuevo modelo social al que asistimos nos ha roto todos los esquemas.
Me refiero a los esquemas con los que nos enfrentamos a la vida, a los problemas diarios del día a día. Esquemas que nos fueron inculcados en nuestra educación por nuestros padres y que nosotros, a su vez, hemos enseñado a los nuestros. No estoy diciendo con ello que esos esquemas fueran incorrectos o malos, no es eso. Los esquemas que aprendimos eran rígidos, adecuados para una sociedad con una cierta estabilidad y permanencia. Funcionaban bien hasta hace un tiempo, justo hasta que este modo de vida social cambiante y flexible que surgió sobre la revolución de las Nuevas tecnologías de la Información y Comunicación apareciera. Desde entonces esas pautas de comportamiento, han ido perdiendo validez y cuanto conocíamos de antaño ha dejado de tener el sentido que de siempre tuvo.
Me explicare, comencemos por el trabajo, aprendimos de nuestros padres la
titulitis, el esfuérzate hijo para ser alguien en la vida. Lo hicimos y, hasta lo conseguimos, llegamos más lejos que nuestros progenitores y se supone que con ello habíamos logrado el paraíso.
Hoy sabemos que algunos, los más afortunados, han logrado la dorada pre-jubilación. Otros, los más desgraciados, tras treinta años la empresa donde trabajaban ha cerrado dejándolos en el paro; el resto, seguimos bregando con el sueldo recortado y el miedo en el cuerpo por si nos echan o no llegamos a la cercana jubilación.
Resulta que ahora, el trabajo, no es ese bien que una vez alcanzado dura hasta tu jubilación con un sueldo fijo y una fiesta de despedida de empresa a los 65. No, ahora el trabajo (si lo consigues), es flexible, tele-trabajo, por horas, temporadas o hasta terminación del proyecto. Que durante tu vida cambiarás varias veces de cometido y ocupación.
Tendrás que cambiar de casa y localización, por lo que no vale una casa para toda la vida. Aprendimos de nuestros padres lo de:
«Ahorra hijo para comprar un piso y cásate». Muchos lo han hecho, y ahora su empresa les pide que se vayan a Madrid, Huelva o Daimiel…
Nuestra generación ha educado a sus hijos en que necesariamente la formación secundaria era importante para ser alguien en la vida, ellos ahora tienen un título universitario, saben inglés (los mandamos a Inglaterra en verano), hasta alguno hace una segunda carrera o máster; sin embargo en el 2011, el 76% de los candidatos a un empleo para el que sólo se requería formación básica (tener la ESO o EGB), acudieron con un título de licenciado debajo del brazo. Cuando en ese mismo año un candidato a un empleo de venta al pormenor tenia que competir con otros 35 aspirantes, un licenciado con uno o varios masters en su haber al optar a un empleo de su categoría tiene que hacerlo entre 131 aspirantes a la misma plaza frente a los 60 de 2008
(*).
¿Valen pues los títulos…? No voy a darles la respuesta, pues a fin de cuentas es lo de menos. Lo que quiero es profundizar en todo ello, ir más allá de los casos y datos concretos. Lo que pretendo decirles es que si ahora el mundo se nos desmorona, es simplemente porque nuestros esquemas son demasiado rígidos, estos eran buenos y adecuados para otro modelo social; no para el que nos ha tocado vivir.
En definitiva te puedes oponer cuanto quieras, te puedes empecinar en que no pasaran, en que tienes razón, en que este es un mundo de locos, en pues no, no y no… Lo puedes hacer y como dicen en nuestro pueblo
enrecotinarte cuanto quieras, en cualquier caso lo que tiene que suceder sucederá, por tanto, si sucede de todas formas
¿Para que tomarte el recotín y el entrimuto que sólo conducen a amargarte la vida? En un mundo de cambios, hay que responder con flexibilidad, dejándose llevar por la vorágine que nos arroya a todos.
Recuerda amigo lector flexibilidad para responder al fluir del cambio
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FUENTE: Informe ESADE sobre el empleo en España 2011