«El día de Todos los Santos»
Uno de los ámbitos sociales donde los efectos de la globalización esta causando grandes cambios es, sin lugar a dudas, el de las identidades. Asistimos a una homogeneización de los rasgos específicos de cada sociedad merced a que los medios de comunicación y el ocio globalizados van laminando antiguas diferencias en los gustos, las formas de vivir, soñar y creer; sin embargo y al mismo tiempo, se acentúa la identidad local como rasgo específico de diferenciación. De este modo cuando más parecidas son nuestras formas culturales y vida cotidiana de todos nosotros, con más fuerza se rebela unos supuestos rasgos de identidad local que nos identifican frente a los otros.
Un ejemplo de ello lo tenemos en la fiesta de Todos los
Santos, con la noche de difuntos y sus mariposas luminarias, los dulces de
hueso de santo, la obligada representación del Tenorio, el floreado de los
nichos y la consiguiente visita al cementerio, van perdiendo fuerza y presencia en
nuestra cultura. Frente a ella toma vida entre nosotros una no se sabe muy bien
que extraña celebración con disfraces mortuorios en la discoteca o el truco,
trato de la chiquillada infantil.
Comprendo que a los jóvenes les vaya la marcha del botellón
y la discoteca vestidos de la forma más grotesca, sanguinaria y cadavérica que
imaginarse pueda. Entiendo también que son muchos años aprendiendo a soñar con
el imaginario de hollywood, donde los niños dan la vara entre el vecindario mientras
en sus casas lucen las calabazas iluminadas. A pesar de ello, me resulta
inaudito que cuando perdemos a raudales lo que fue nuestra identidad,
recurramos a ella para querer distinguirnos frente a los demás.
Alguien debía enseñar a los niños que el día de todos los
santos lo conmemoramos para recordar a quienes ya no están entre nosotros y de
esta forma perpetuar su memoria. Lo hacíamos también como una forma de exorcizar
y desdramatizar la muerte. El día de Todos los Santos tenía como misión
evidenciar que ese era el destino inevitable de nuestras vidas, por tanto, nos
permitía tomar conciencia de lo que realmente importa en ellas. Para fiesta en
la discoteca disfrazados de lo que nos guste, tenemos los carnavales y, para
pedir aguinaldo o que nos den dulces por la calle, ya contábamos con la Navidad
y Semana Santa.
Por tanto, ¿a cuento de qué viene esta chorrada de hallowen?, con lo terrorífico
que eran aquellas noches de sentada infantil en las que contábamos historias
sobre difuntos y cementerios; eso, aun cuando luego no pudiéramos pegar ojo en
toda la noche.
Halloween es una tradición más antigua que el día de Todos los Santos. Sí, no es nuestra, pero es pagana, aquí teníamos otra cosa parecida hasta que vino la Iglesia a imponernos dictadura.
ResponderEliminarDe todas formas, ¿por qué no puede celebrar cada uno lo que le dé la gana? Hay quien se disfraza de esqueleto el día 31, y al día siguiente va al cementerio a ver sus difuntos. Y hay también quien pasa de todo y esos dos días no son distintos del resto. Al menos esos no van al cementerio a presumir de flores más caras y licinciar qué tumbas no reciben visitas, porque eso es lo general.
Quejarse por algo que no hace daño a nadie, eso sí que es una chorrada.