«Aquel sillón de mimbre»
Nunca el cuerpo de una delicada muchacha sentada en un sillón de mimbre tuvo tanta carga erótica como el que tuvo Sylvia Kristel en la película Emmanuelle. Puedo asegurarles que así fue para muchos de nosotros que en 1978, año del estreno en las pantallas españolas, rondábamos los veinte años.
Con el paso del tiempo aquellas imágenes en el sillón y en el avión, se convirtieron en un referente, en nuestros sueños y fantasías hasta hacer de esta bella mujer nuestro mito erótico por excelencia. Aún hoy la película Emmanuelle sigue considerada por los de mi generación la obra cumbre del cine erótico Quizás las haya mejores; pero para quienes la vimos recién salidos de toda una vida de censura cinematográfica, el impacto fue de tal envergadura que nada podría competir con la candidez y dulzura que presentaba Sylvia Kristel en aquel sillón de mimbre, enredando sensualmente sus dedos en el collar de perlas para más tarde llevarlo a sus labios.
Ni siquiera cuando no hace mucho tropecé en una revista con una de sus últimas entrevistas, en las que contaba su retiro y refugio en la pintura, aquella imagen de una señora madura que ocultaba las arrugas de sus ojos tras unas enormes gafas de sol, pudo borrar de mi mente la famosa escena de la película.
Hace dos días que un cáncer nos la arrebato del mundo de los vivos; sin embargo y como ocurre con la edad interior que sentimos. Ella, seguirá siempre en nuestro recuerdo espléndida, sensual y divina sentada en aquel sillón de mimbre, porque los mitos al igual que los sueños del corazón ni mueren, ni envejecen.
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