«Leonados y humanos»
Viendo volar estas majestuosas aves desde las cumbres del castillo de Monfragüe, no puedo por más que preguntarme por qué damos el mismo nombre a los múltiples sinvergüenzas que pueblan el numeroso colectivo humano. Apelativo que no dejamos de asignar a quienes como despreciables aves carroñeras acuden y se ceban sobre el débil para despojarlo dl último aliento de vida que le queda. De este modo calificamos de fondos buitres a aquellos que se ceban en la desgracia ajena para hacerse sin esfuerzo de las últimas posesiones del caído en desgracia, como si despojos de un cadáver se tratase. Denominamos también buitres, a los banqueros sin escrúpulos, a los políticos corruptos de una casta que ha aprendido a vivir a costa de los demás.
Hasta diría que su práctica cotidiana y constante de limpiar estas estepas de cadáveres y animales enfermos y moribundos es una hermosa labor que contribuye a mantener estas sabanas españolas entre los hábitats naturales más ricos y diversos de nuestro país.
Lástima que los buitres, los nuestros digo, no se parezcan a estos preciosos buitres leonados de Monfragüe, vigilantes y altivos que surcan los cielos para limpiar la tierra de toda la carroña que pudiera ocasionar un deterioro biológico en ese medio.
Los buitres humanos no contribuyen a limpiar y conservar el hábitat humano, muy al contrario, medran en él y como seres parásitos solo saben obtener su éxito de la desgracia y debilidad ajenas. Su porte, al contrario que el de estos leonados de Monfragüe, es osco, torpe y feo, siempre al acecho de su presa y con las garras afiladas para descuartizar a las presas. Alguien pudiera pensar que estos hacen igual; pero no ya que aquí no buscan medrar sino subsistir contribuyendo además a la supervivencia del resto. Los nuestros, por el contrario solo aspiran a lo contrario, vivir de los demás con el mínimo esfuerzo.
Qué pena, nombrar de idéntica forma a ambos tipos de buitres; los leonados tan hermosos e imponentes surcando los cielos, acariciando el aire, susurrando al viento. Los humanos, tan rastreros y despreciables en busca de sus nuevas víctimas, arañando al prójimo, robando al débil.
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Viendo volar estas majestuosas aves desde las cumbres del castillo de Monfragüe, no puedo por más que preguntarme por qué damos el mismo nombre a los múltiples sinvergüenzas que pueblan el numeroso colectivo humano. Apelativo que no dejamos de asignar a quienes como despreciables aves carroñeras acuden y se ceban sobre el débil para despojarlo dl último aliento de vida que le queda. De este modo calificamos de fondos buitres a aquellos que se ceban en la desgracia ajena para hacerse sin esfuerzo de las últimas posesiones del caído en desgracia, como si despojos de un cadáver se tratase. Denominamos también buitres, a los banqueros sin escrúpulos, a los políticos corruptos de una casta que ha aprendido a vivir a costa de los demás.
«El uso del apelativo buitre a tantos personajes y prácticas humanas despreciables, ha terminado por asociar en nuestra mente esa palabra a algo reprobable, asqueroso y repugnante lejos de toda ética, belleza o valor humano»
El uso del apelativo buitre a tantos personajes y prácticas humanas despreciables, ha terminado por asociar en nuestra mente esa palabra a algo reprobable, asqueroso y repugnante lejos de toda ética, belleza o valor humano. Sin embargo, ahora viéndolos planear los cielos sobre las bastas estepas extremeñas, observando sus suaves giros junto a los roqueros, el dominio leve y suave que les permite ascender y volar en el aire sin apenas batir sus alas, me parecen unas criaturas preciosas. Bellas pese a su ganchudo pico capaz de desgarrar las pieles más duras, pese a sus largas y afiladas uñas con las que sujetan a sus presas.Hasta diría que su práctica cotidiana y constante de limpiar estas estepas de cadáveres y animales enfermos y moribundos es una hermosa labor que contribuye a mantener estas sabanas españolas entre los hábitats naturales más ricos y diversos de nuestro país.
Lástima que los buitres, los nuestros digo, no se parezcan a estos preciosos buitres leonados de Monfragüe, vigilantes y altivos que surcan los cielos para limpiar la tierra de toda la carroña que pudiera ocasionar un deterioro biológico en ese medio.
Los buitres humanos no contribuyen a limpiar y conservar el hábitat humano, muy al contrario, medran en él y como seres parásitos solo saben obtener su éxito de la desgracia y debilidad ajenas. Su porte, al contrario que el de estos leonados de Monfragüe, es osco, torpe y feo, siempre al acecho de su presa y con las garras afiladas para descuartizar a las presas. Alguien pudiera pensar que estos hacen igual; pero no ya que aquí no buscan medrar sino subsistir contribuyendo además a la supervivencia del resto. Los nuestros, por el contrario solo aspiran a lo contrario, vivir de los demás con el mínimo esfuerzo.
Qué pena, nombrar de idéntica forma a ambos tipos de buitres; los leonados tan hermosos e imponentes surcando los cielos, acariciando el aire, susurrando al viento. Los humanos, tan rastreros y despreciables en busca de sus nuevas víctimas, arañando al prójimo, robando al débil.