Hay frases que inmortalizaron a quienes las pronunciaron para la historia. A quienes en un derroche de facultades mentales, tuvieron la virtud de la ocurrencia, en aquel momento y lugar preciso, que el destino les proporciono, y los elevo a la gloria. Testigos del momento, de un minuto lleno de pasión, que quedo para el mundo, en su memoria. Para los estudiosos, filósofos de salón, y tertulianos de mantel. Sesudos retorcidos del pensamiento ajeno, que carecen del propio, que según ellos, el mundo anda al revés. Mesías profético del holocausto imaginario, de un mundo visionario que arrastran desde la niñez. Frases de alcoba llenas de ternura, del engañoso ser humano, que pronunciándolas con dulzura, entre sabanas, se mezclan con la mentira y el placer. Frases que antes de decirlas, y desde la prudencia, debieron ser calladas, que para decir lo que se dijo, mejor hubiese sido, no decir nada. Frases que a golpe de tacón, formando el batallón, con el fusil en la mano, mandaron romper filas, en los cuarteles y campamentos, de una España negra y oscura, en un tiempo que ya pasó. Del hombre que el pie puso en la Luna, del que vió a su primer hijo en la cuna, del que por primera vez en avión montó. Del que despertó con la fortuna, del que durmió en la ruina y del que nunca su suerte encontró. Frases que el hombre pronunció, o calló, y que con ellas su vida cambió. La que se pensó decir, y no se dijo, y la que se dijo, y no se pensó. La que la garganta te ahogó, y la que de aire, los pulmones te llenó. La que no pronunció el lloroso perdedor, y la que, lleno de alegría, y sin decir bien dichas dos seguidas, balbuceó el ganador. Del que tierra a la vista gritó y del que marchó y nunca más volvió. Del que a lo más alto subió, y más bajo, bajó. Frases que en la agonía del ser humano, con la muerte entre las manos, agolpadas en la memoria, en el final de la trayectoria, sin decirlas, para siempre calló. De llanto por quien murió y de alegría por quien nació. De bienvenida y de despedida, del que enfermó y luego sanó. Frase por la que estalló una guerra, y aquella otra, por la que la tregua llegó. Desde el atril del político y del pulpito religioso. En la consulta de tu doctor, de un diagnostico poco gustoso. Aquellas frases con las que de pulsaciones el corazón te aumentó, susurradas al oído, que dichas por el ser querido, el sueño te quitó. Frases queridas y deseadas, que sin ellas pareces no ser nada, que del ser amado son esperadas, y que quedan en el olvido si no son pronunciadas. A veces se habla con la boca cerrada, con la expresión de unos ojos, con el gesto de una mirada, con las manos en movimiento, con la fuerza de un sentimiento que sale del alma. Son frases sin palabras, frases que dicen mucho, sin decir nada, quizás las más hermosas, las más guardadas. Las que quedan ahí dentro, las que nunca se sacan, las que en el peor de los momentos, son recordadas. Las que se ponen en el peso, para equilibrar la balanza, de vidas comunes como gotas de agua. Frases que dicta el corazón y la boca hace palabras, del adolescente y del adulto, de la persona que ya mayor, en el recuerdo de ellas, vive su añoranza. Frases bien pensadas, dichas de muchas formas y de mil maneras escuchadas. Se dicen por conveniencia, por oportunas, muchas veces interesadas. Muchas valen su peso en oro, y muchas otras, no valen nada. La vida se compone de frases dichas o calladas, de frases sordas o escuchadas, de frases por mil fuegos encendidas o por lágrimas en los ojos apagadas. Solo son frases, cortas o muy largas, mudas o gritadas …
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