«La persistencia en el error»
Toda cultura contiene además de un sistema de valores, una tecnología , unos instrumentos, unas costumbres, unos símbolos, unos cuentos y unos mitos. Los dos últimos vienen a reforzar todo lo anterior y tienen por objeto integrar a los individuos en el acerbo común de la sociedad que sostiene dicha cultura. Ni los cuentos ni los mitos surgen en las sociedades casualmente, estos vienen a dar mayor congruencia y solidez al resto de los elementos culturales.
Nuestra cultura está llena de estos cuentos, leyendas y mitos, a pesar de que con el correr del tiempo muchos ignoran la función para la que fueron creados. Así, el cuento de La Cenicienta tiene la leyenda moral de que quien hace el bien cumpliendo con abnegación sus deberes para con los demás, finalmente, tiene recompensa merecida. El de Caperucita Roja viene a advertirnos de que no debemos juzgar ni dejarnos llevar por las apariencias ni los cantos de sirena de quien, disfrazado de abuelita es lobo; de igual modo, podríamos seguir hablando del resto de nuestros cuentos. Entre los mitos, seguramente ninguno como el de los Reyes Magos, estos son omnipresentes y lo saben todo acerca nuestras conductas. Son magos y, por tanto, capaces de viajar a sorprendentes velocidades dejando los premios y carbones merecidos a todos los niños, de ahí que no necesiten escalas, ni llaves mágicas, ni explicación alguna. Son simple, lisa y llanamente mágicos.
El alcance del mito de los Reyes Magos va mucho más allá de lo que la estupidez consumista que ahora nos invade pretende haciéndonos creer; su finalidad última, además de que la chiquillería pase un día feliz es educarlos en unos determinados valores. No se trata de que se diviertan por unas horas entre una marabunta de regalos que abuelos, titos, padres y demás familia encargan a los Reyes Magos; juguetes que, pasadas unas horas, quedaran arrinconados en algún rincón de sus habitaciones. Su función como mito cultural es inculcarles una ética basada en la responsabilidad, en el cumplimiento de sus obligaciones y deberes, de ahí que tenga siempre un premio. Moldea en la mente infantil la idea de que ser obediente con los mayores, responsable con sus tareas y respetuoso con todos; trae consigo el reconocimiento explicito de estos seres mágicos y, por ende, de la sociedad. De ahí que nuestras abuelas y padres nos recordasen aquello de: “si te portas mal los Reyes Magos te traerán carbón este año”.
El pasado año, alguien de forma inconsciente (quiero pensar), se le ocurrió la infeliz idea de entregar la «llave mágica a sus Majestades de Oriente», por eso entregamos una Tontasca desde El Rendrijero. Este año vemos que vuelven a caer en el error, sin percatarse de que con ello cambian la lectura de nuestro mirto cultural. Pues si los Reyes necesitan de la llave mágica, es que ellos no son Magos, ni Reyes, ni trascendentes que de forma omnipresente saben de nuestras conductas. Sería el poder de las autoridades locales, por tanto, el depositario de esa magia; a ellos, hasta los Reyes Magos deberían rendir pleitesía para obtener la dichosa «llave mágica» que hace posible su asombrosa misión.
Ignoro hasta cuando persistirán nuestras autoridades en esta estupidez y entregarán como es de recibo en estos casos la «Llave de Oro de la Ciudad» a tan ilustres huéspedes, pues es ésta la llave que les corresponde y no la vaina esa de la «llave mágica».
Por favor, ruego, suplico a quien corresponda que no juguemos tan alegremente con algo tan serio como son los mitos culturales. Quiero un futuro de ciudadanía responsable que crea en el bien común, en el esfuerzo, en la responsabilidad, en la entrega a los demás y no en el de borregos adocenados que todo lo esperan del poder de turno. Este pequeño matiz tiene la suficiente importancia para todos si de verdad creemos en una sociedad más justa y democrática.
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Toda cultura contiene además de un sistema de valores, una tecnología , unos instrumentos, unas costumbres, unos símbolos, unos cuentos y unos mitos. Los dos últimos vienen a reforzar todo lo anterior y tienen por objeto integrar a los individuos en el acerbo común de la sociedad que sostiene dicha cultura. Ni los cuentos ni los mitos surgen en las sociedades casualmente, estos vienen a dar mayor congruencia y solidez al resto de los elementos culturales.
Nuestra cultura está llena de estos cuentos, leyendas y mitos, a pesar de que con el correr del tiempo muchos ignoran la función para la que fueron creados. Así, el cuento de La Cenicienta tiene la leyenda moral de que quien hace el bien cumpliendo con abnegación sus deberes para con los demás, finalmente, tiene recompensa merecida. El de Caperucita Roja viene a advertirnos de que no debemos juzgar ni dejarnos llevar por las apariencias ni los cantos de sirena de quien, disfrazado de abuelita es lobo; de igual modo, podríamos seguir hablando del resto de nuestros cuentos. Entre los mitos, seguramente ninguno como el de los Reyes Magos, estos son omnipresentes y lo saben todo acerca nuestras conductas. Son magos y, por tanto, capaces de viajar a sorprendentes velocidades dejando los premios y carbones merecidos a todos los niños, de ahí que no necesiten escalas, ni llaves mágicas, ni explicación alguna. Son simple, lisa y llanamente mágicos.
El alcance del mito de los Reyes Magos va mucho más allá de lo que la estupidez consumista que ahora nos invade pretende haciéndonos creer; su finalidad última, además de que la chiquillería pase un día feliz es educarlos en unos determinados valores. No se trata de que se diviertan por unas horas entre una marabunta de regalos que abuelos, titos, padres y demás familia encargan a los Reyes Magos; juguetes que, pasadas unas horas, quedaran arrinconados en algún rincón de sus habitaciones. Su función como mito cultural es inculcarles una ética basada en la responsabilidad, en el cumplimiento de sus obligaciones y deberes, de ahí que tenga siempre un premio. Moldea en la mente infantil la idea de que ser obediente con los mayores, responsable con sus tareas y respetuoso con todos; trae consigo el reconocimiento explicito de estos seres mágicos y, por ende, de la sociedad. De ahí que nuestras abuelas y padres nos recordasen aquello de: “si te portas mal los Reyes Magos te traerán carbón este año”.
El pasado año, alguien de forma inconsciente (quiero pensar), se le ocurrió la infeliz idea de entregar la «llave mágica a sus Majestades de Oriente», por eso entregamos una Tontasca desde El Rendrijero. Este año vemos que vuelven a caer en el error, sin percatarse de que con ello cambian la lectura de nuestro mirto cultural. Pues si los Reyes necesitan de la llave mágica, es que ellos no son Magos, ni Reyes, ni trascendentes que de forma omnipresente saben de nuestras conductas. Sería el poder de las autoridades locales, por tanto, el depositario de esa magia; a ellos, hasta los Reyes Magos deberían rendir pleitesía para obtener la dichosa «llave mágica» que hace posible su asombrosa misión.
Ignoro hasta cuando persistirán nuestras autoridades en esta estupidez y entregarán como es de recibo en estos casos la «Llave de Oro de la Ciudad» a tan ilustres huéspedes, pues es ésta la llave que les corresponde y no la vaina esa de la «llave mágica».
Por favor, ruego, suplico a quien corresponda que no juguemos tan alegremente con algo tan serio como son los mitos culturales. Quiero un futuro de ciudadanía responsable que crea en el bien común, en el esfuerzo, en la responsabilidad, en la entrega a los demás y no en el de borregos adocenados que todo lo esperan del poder de turno. Este pequeño matiz tiene la suficiente importancia para todos si de verdad creemos en una sociedad más justa y democrática.