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A vueltas con la idea nacional 27 ago 2013 10:40 Placido Guardiola

«Entendiendo la unidad»



A propósito del comentario de un lector que no entiende mi actitud ante el separatismo y los signos identidad nacional (comentado en “El último raulista")

Si crees contradictoria y cambiante mi opinión acerca de la nación es porque apenas has profundizado en el concepto de nación e identidad que tengo.
Yo no creo que las naciones sean territorio o geografía, ni siquiera lengua, costumbres, religión o raza. La esencia de un país, de una nación es compartir un ideal un proyecto en común. Por supuesto, también el acerbo histórico compartido. Un país es grande en la medida que se comparte ese proyecto común por encima de las lenguas, razas y costumbres que sus gentes posean. Hay tienes los EE.UU con su New deal o los franceses con su grandeza… El peñón es un pedazo de roca que, bajo cualquier lógica, está unido ala vieja piel de toro, pertenece y fue desgajado de este territorio que llamamos España por una cesión vergonzosa. Los gibraltareños, esos guiris que hablan «andalú cerrao», son unos corsarios al servicio de su majestad la reina de Inglaterra que, a saber de quienes descienden. Nunca formaron parte de España.
De no haberse producido la cesión por el tratado de Utrech, en la roca, sólo estarían los monos o quizá algún fortín militar. La ciudad surgió para apoyo del puesto militar inglés, luego con el tiempo para el trapicheo y contrabando de unos corsarios a los que le va bien esa situación.
La roca pues, es claro a que territorio pertenece, los que allí habitan también y yo no voy a ser más nacionalista que aquellos a quienes critico. Pues todo nacionalismo, sea el que fuere, español, catalán, vasco o gibraltareño se caracteriza por eso, por disgregar en nombre de esencias lingüistas, territoriales, raciales…
Mi visión acerca de España, cree en una Cataluña integrada, cuyos avatares históricos hemos compartido. Una Cataluña tan prospera abierta y cosmopolita como la que hasta no hace mucho he conocido, cuando miles de manchegos, andaluces y cientos de jumillanos emigraron a ella contribuyendo a su desarrollo. No creo en esta chapuza nacionalista que utiliza el fervor y simpatía de miles de seguidores cules de todas partes para auspiciar su proceso separatista. Menos en un jugador en exceso bien pagado (por bueno que sea), que se presta a los trapicheos y ambiciones políticas de un Joan Laporta o Sandro Rosell de turno. No puedo creer a jugadores como Piqué1 (ha defendido los colores del Real Zaragoza y Manchester United), que hacen el agosto jugando el fútbol en la liga española, que visten la camiseta de su selección y luego dicen a sus compañeros de la Roja «Españolitos, ahora os vamos a ganar la copa de vuestro Rey». Mira chico, ante eso, y mi poca afición al fútbol, prefiero merengues como Raúl. Estos defienden los símbolos y la identidad a la que pertenecen y que suplen con voluntad y trabajo las carencias que pudieran tener.
Mi nacionalismo se basa en la voluntad de compartir nuestro bagaje, nuestro destino común, no en un montón de rocas ¡Qué le vamos hacer! Por ello, entenderás que ese montón de piedras, aunque sea un ápice mal cedido, me importe un pimiento siempre que no entorpezca las reglas del juego que todos debemos cumplir.
Cataluña es diferente, a los Catalanes los creo paisanos, hijos y herederos del mismo y milenario proceso histórico, miembros de un proyecto llamado España que no terminamos de cerrar por miserias de todo tipo. Me siento orgulloso de sus hijos más ilustres, Gaudí, Miro, Dalí, Tapies, Casals, Albeniz, me gusta Gerona, Tarragona, Barcelona y sus gentes, me gusta el cava y tantas cosas de ellos, que las creo propias.
¿Dónde ves tu la contradicción? Quizá si la ves es porque no entendiste que clase de patriota soy o porque buscas la verdad de las cosas sólo a través de la razón de la lógica. Principio que utilizamos para construir nuestra ciencia, pero sus reglas no llegan a comprender toda la verdad y sólo son instrumentos que nos cercan a ella sin llegar a comprenderla plenamente como está demostrando la física quántica, donde un fotón, puede ser y no ser a la vez.
Seguramente conocerás al  más ilustre y universal paisano murciano de todos los tiempos Ibn Arabi, quien cuando Abu Al-Walid Ibn Rushd (Averroes) le inquirió a cerca de “Sí o No”,  le contestó que: “Sí y No" al mismo tiempo". Porque en la esencia última y profunda, para nuestro sabio murciano, «es Él y no es Él». La intuición, ese don que todos llevamos consigo, (como señalara Ibn Arabi),  a veces contradice la pura lógica; pero también nos acerca a la verdad y la esencia de las cosas. Siguiendo sus enseñanzas para comprender  las cosas en plenitud hay que amarlas. Yo querido lector amo un proyecto común llamado España, no su terruño o sus peculiaridades, que también.
Ahora, que conoces mejor que clase de nacionalista soy, es posible que alcances a ver que opino yo acerca de las identidades y no me veas voluble y veleta que se acuesta separatista y se levanta patriotero.
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1.- Manifestaciones de Pique a un compañero de la selección en la final de la copa del Rey

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Identidad, globalización y hallowen 30 oct 2012 17:00 Placido Guardiola

«El día de Todos los Santos»


Uno de los ámbitos sociales donde los efectos de la globalización esta causando grandes cambios es, sin lugar a dudas, el de las identidades. Asistimos a una homogeneización de los rasgos específicos de cada sociedad merced a que los medios de comunicación y el ocio globalizados van laminando antiguas diferencias en los gustos, las formas de vivir, soñar y creer; sin embargo y al mismo tiempo, se acentúa la identidad local como rasgo específico de diferenciación. De este modo cuando más parecidas son nuestras formas culturales y  vida cotidiana de todos nosotros, con más fuerza se rebela unos supuestos rasgos de identidad local que nos identifican frente a los otros.
Un ejemplo de ello lo tenemos en la fiesta de Todos los Santos,  con la noche de difuntos y sus mariposas luminarias, los dulces de hueso de santo, la obligada representación del Tenorio, el floreado de los nichos y la consiguiente visita al cementerio, van perdiendo fuerza y presencia en nuestra cultura. Frente a ella toma vida entre nosotros una no se sabe muy bien que extraña celebración con disfraces mortuorios en la discoteca o el truco, trato de la chiquillada infantil.
Comprendo que a los jóvenes les vaya la marcha del botellón y la discoteca vestidos de la forma más grotesca, sanguinaria y cadavérica que imaginarse pueda. Entiendo también que son muchos años aprendiendo a soñar con el imaginario de hollywood, donde los niños dan la vara entre el vecindario mientras en sus casas lucen las calabazas iluminadas. A pesar de ello, me resulta inaudito que cuando perdemos a raudales lo que fue nuestra identidad, recurramos a ella para querer distinguirnos frente a los demás.
Alguien debía enseñar a los niños que el día de todos los santos lo conmemoramos para recordar a quienes ya no están entre nosotros y de esta forma perpetuar su memoria. Lo hacíamos también como una forma de exorcizar y desdramatizar la muerte. El día de Todos los Santos tenía como misión evidenciar que ese era el destino inevitable de nuestras vidas, por tanto, nos permitía tomar conciencia de lo que realmente importa en ellas. Para fiesta en la discoteca disfrazados de lo que nos guste, tenemos los carnavales y, para pedir aguinaldo o que nos den dulces por la calle, ya contábamos con la Navidad y Semana Santa.
Por tanto, ¿a cuento de qué viene esta chorrada de hallowen?, con lo terrorífico que eran aquellas noches de sentada infantil en las que contábamos historias sobre difuntos y cementerios; eso, aun cuando luego no pudiéramos pegar ojo en toda la noche.
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El problema de la identidad 3 sept 2011 18:50 Placido Guardiola

«Construyendo Europa»


Muchas personas estiman que la identidad es un tema baladí, como si identificarse con cosas abstractas no tuviera importancia en nuestras vidas. ¿Qué más da sentirse murciano, español, catalán, del R. Madrid o del Barcelona CF? ¿Qué más da que el pañuelo de nuestras fiestas sea granate, azul o a lunares? Pues no, no da igual. Para que las sociedades caminen, sean fuertes y progresen necesitan de la identidad de sus ciudadanos, precisan de ese sutil pero poderoso pegamento por el cual el individuo se siente uno con la colectividad con la que se identifica. La identidad nos proporciona un nexo de unión que nos identifica con quienes, al igual que nosotros, comparten esos símbolos y creencias. Entre quienes nos identificamos de la misma forma, se estrechan los lazos de solidaridad y cooperación. Cualquiera que se haya encontrado con un paisano lejos de su tierra sabe que no estoy hablando de entelequias; sino de realidades muy sentidas por abstractas que puedan parecer.
Hoy, Urilch Beck1 en un artículo de El País «Mas justicia mediante más Europa», reflexiona sobre la necesidad de construir una Europa más unida. En su reflexión,  se pregunta sobre las reticencias alemanas para aceptar el sacrificio de pagar más por integrar a los países del sur con actuales problemas financieros (Grecia, Portugal, Italia y España), cuando los alemanes fueron capaces de hacer ese sacrificio por integrar a sus hermanos del Este. Seguramente Ulrich Beck olvida que, entonces, los alemanes aceptaron porque se sentían unidos bajo la misma identidad con sus homólogos del otro lado del muro. Porque eran Alemanes como ellos, en cambio, ahora ¿Qué es Europa? ¿Nos sentimos identificados con Europa? Si queremos seguir avanzando tendremos que construir una fuerte identidad europea entre los ciudadanos del viejo continente y, eso, no lo hacen los mercados, la moneda o el BCE.
¡Claro! que para desastre de identidades nacionales, el nuestro con la española. Alguien dirá que seguramente por eso somos más europeos que en otros países del viejo continente; sin embargo, creo que somos más europeos porque ante la falta de identidad (destruida la nuestra), sólo nos queda abrazar una que nos haga sentirnos parte de una comunidad. ¿Qué pensais vosotros?
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(1) Ulrich beck, Es sociólogo y profesor en la London School of Economics. Autor entre otros libros: (2008) «La sociedad del riesgo mundial. En busca de la seguridad perdida», Paidos, Barcelona; y (2007): «Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización», Paidos, Barcelona
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La pérdida de identidad 2 jul 2010 08:41 Placido Guardiola

«Fuera de cobertura, sin batería»

Desde siempre el ser humano ha tenido un miedo reverencial a la locura, a perder la memoria, a la pérdida de la razón, a quedarse chapeta… en definitiva no tener esa especificidad que nos hace entender, reconocer la realidad, interactuar con nuestro entorno y semejantes dando una respuesta adecuada a nuestras conductas. En muchos casos además, esa perdida conllevaba la de la memoria y con esta la de nuestra identidad, de ahí el miedo atroz a la enfermedad del Alzheimer.
Hoy, a ese drama, hay que añadir el de la pérdida de cobertura del móvil o el quedarse sin batería en el momento más inoportuno y preciso, pues buena parte de nuestra memoria, los datos, la agenda, los contactos, la calculadora rápida resulta que los depositamos en el aparatito dichoso. Caprichoso este, a veces, pierde la cobertura, no la hay o simplemente se acabó la batería. Es entonces cuando la clásica tragedia vuelve a nosotros, pues sin la agenda, sin poder llamar al amigo, sin saber tal número o cita que en él anotamos, resulta que no somos nadie. Hasta ese punto llegó nuestra dependencia.
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Ortodoxia frente a heterodoxia 15 jun 2010 14:10 Placido Guardiola

«La sempiterna división de España»


Creo que lo que realmente divide a las dos Españas es la ortodoxia frente a la heterodoxia, porque no es que una lleve razón y la otra no. No, es sencillamente que la ortodoxia está siempre al lado del poder establecido y a ella se unen no sólo los convencidos, que están en su derecho, sino los que quieren estar a bien con el poder, con aquello que se lleva y manda en cada momento. Tampoco afirmo con esto que los heterodoxos lleven siempre razón; pero llevan las de perder, pues son excomulgados por herejía por la ortodoxia que reafirma así sus convicciones y fidelidad a lo establecido. Haciéndolo además con todos los medios que el poder tiene a su alcance y ostenta.
Somos un país bastante ortodoxo, seguramente porque nuestra historia está llena de sometimiento al poder y escaso margen a la libertad individual, con una mínima casi nula construcción de la ciudadanía. Primero defendiendo la ortodoxia católica, después por los muchos gobiernos caciques de uno y otro signo y, más recientemente, por muchos años de dictadura. Esta trayectoria ha forjado una cultura obediente, dócil y ortodoxa, no nos convencerá la ortodoxia reinante; pero la asumimos y abrazamos siendo nuestro destino mayoritariamente ortodoxo. Pocos se atreven a militar frente a lo establecido, a ser en palabras de nuestro insigne Cervantes, «Quijotes», por lo general nos adaptamos al sanchopancismo que nos permite vivir en el sosiego placentero de la ortodoxia reinante. Con los discrepantes, con los herejes… el San Benito y a la hoguera.
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San Bernardos en Jumilla 11 oct 2009 08:42 Legolas

«Vendrán a salvarnos»




Se dan cita hoy en Jumilla, unos setenta perros San Bernardo para participar en participarán en una exhibición y concurso de belleza, eso es al menos lo que dicen los anuncios oficiosos del evento. Sin embargo, estos nobles animales descendientes de los perros Dogos del Tibet, fueron llevados (entre los siglos XV y XVI) al hospicio de San Bernardo en los Alpes Suizos, donde fueron adoptados por los monjes. Fue aquí donde pronto se hicieron famosos rescatando a escaladores y caminantes que se perdían por los senderos nevados de la alta montaña alpina. En el siglo pasado uno de ellos, el legendario Barry, consiguió salvar más de cuarenta vidas; por lo que su imagen con el barrilete de brandy colgado al cuello para reanimar a los viajeros perdidos ha pasado a formar parte de la iconografía mundial.


Como quiera que llevamos una larga temporada de condiciones adversas, como esas tormentas de nieve y niebla que se dan en las altas cumbres, me ha dado por pensar que quizá tantos San Bernardos en Jumilla, hayan acudido a rescatarnos de esta zozobra que nos ha sumido a todos en la pérdida de nuestro rumbo. Que cual caminantes atrapados en un horizonte de inmensa monotonía blanca, no vemos los signos necesarios para emprender la marcha en la dirección adecuada y terminamos cayendo exhaustos y rendidos por el cansancio sobre el manto blanco y helado que hay bajo nuestros pies. Una situación en la que sólo la presencia de este bondadoso animal que, con su aliento y liquido salvador, devuelve un rayo de esperanza. Sean bienvenidos pues, tantos San Bernardos a Jumilla.
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El alzehimer social 9 ago 2009 05:10 Placido Guardiola

«La pérdida de la identidad»

Lo terrible y monstruoso del alzehimer no es la perdida de memoria, lo que convierte esta enfermedad en trágica y crea ese vértigo en el corazón de los familiares de aquellas personas que lo padecen es la pérdida de identidad que sufren sus enfermos. Por eso viene a ser una muerte en vida, pues sin la conciencia de quienes somos, sin el reconocimiento de lo que fuimos, de quienes queremos y nos rodean realmente dejamos de ser quienes somos, es el abismo de la no existencia.
Existe también esta enfermedad que, tememos nos pueda alcanzar de forma personal o individual, en su modalidad social. Seguramente no se habían percatado de su existencia a nivel colectivo y social; pero ataca igualmente a los pueblos países y sociedades, quienes de forma análoga a un enfermo de alzehimer pierden su identidad, su memoria, el reconocimiento de los suyos y de lo que le es propio. De esa perdida de identidad social hablan ahora mucho los sociólogos esta en boca de M. Castells, U. Beck y A. quienes vienen a afirmar que está provocada por la globalización y los efectos de la información mediática. Sea como fuere, los pueblos y sociedades están en constante pérdida de sus identidades.
España es un país que ha perdido de forma muy rápida la conciencia de su identidad, de su esencia y sentido como país. Aún con todo a mi me parece más asombrosa la transformación de la sociedad jumillana, aquí hemos perdido en apenas dos décadas aquello que era más propio de nuestra identidad colectiva y forma de ser y hoy apenas nos quedan (afortunadamente) algunos tópicos en los que todavía se puede reconocer algo de lo que fuimos; pero en nuestras formas de vivir y relacionarnos apenas queda una leve sombra de lo que fuimos. Quienes contamos ya con medio siglo de existencia sabemos que poco queda de aquella jumilla agrícola, cerrada en si misma, vecinal de puertas abiertas en sus porches, austera y tenaz trabajadora.
No es añoranza, tampoco el pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor... Se que aquella sociedad constreñida y mojigata tenía que evolucionar, que la modernidad es inevitable; pero no a costa de perder la identidad y la memoria, los valores heredados de nuestros mayores y su sabiduría popular. Esas pérdidas son las que me hielan el alma, de lo demás no añoro nada
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