«Vulnerabilidad e independencia»
A menudo recuerdo las conversaciones que de pequeña escuchaba en la mesa a la hora de la comida, mi padre, los muleros y jornaleros repetían a menudo que ellos eran la base de todo, pues todo salía del campo y el fruto de su trabajo. Con cierta displicencia consideraban que había mucho chupatintas, el trabajo de estos lo consideraban más o menos improductivo y de escasa utilidad. El resto de los trabajos fabriles y artesanos eran necesarios; sin embargo el de los chupatintas, venía a ser una especie de sangría social, por ello comenzaban a asustarse de que ya por entonces (a finales de los cincuenta), muchos jóvenes huyesen si las circunstancias se lo permitían del trabajo en el campo. Era entonces cuando exclamaban: ¡Ya veremos qué comen cuando nos retiremos los cuatro viejos que mantenemos la tierra!
Aquella manera de razonar, me parecía de una lógica aplastante, pues bien mirado casi todo cuanto necesitábamos en el día a día salía de la finca, apenas alguna salazón, especies, azúcar, arroz constituían por entonces la compra en el mercado cuando bajábamos al pueblo. Además de alguna tela, hilo o cacharro para el hogar que intercambiábamos con Joaquín (este tenia una especie de bazar ambulante en su carro entordado con el que visitaba las casas de campo), por huevos, queso, conejo o ave de corral; todo ello conformaban las necesidades de consumo ajenas a nuestros recursos en la casa de mis padres. En mi vida de entonces, sabía por experiencia propia que de verdad, todo salía de la tierra y lo poco que necesitábamos de fuera lo obteníamos con la venta o intercambio de algún recurso, fuera del corral o de la huerta.
Por ello con el tiempo terminé interiorizando como verdad, que todo sale del campo y, que el trabajo de la tierra, constituye el sostén de toda la sociedad; en definitiva, asumiendo ese orgullo campesino basado en ser la columna vertebral de todo el sistema social.
Seguramente por ese motivo, la gente del campo somos bastante suficientes e independientes, pues salvo los imponderables del cielo sabemos apañarnos con los frutos de nuestro trabajo y de la tierra. Eso antes, porque ahora al igual que todos, nos hemos vuelto dependientes del precio del combustible, del cobro de la cosecha o el pago de la subvención. También, como todo,s nos hemos hecho más dependientes y por tanto vulnerables.
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