«Políticos y chiquilicuatres»
En los días grises de esta larga y agónica crisis que vivimos, la imagen de los políticos, se deteriora por momentos, la sensación que la ciudadanía tiene acerca de sus gobernantes cae por los suelos. De forma que de dicha degradación, de esa pérdida de confianza de los gobernados, no se escapan ni tan siquiera las más altas instituciones del Estado.
Ayer el informe de la Comisión Europea constataba que el sentimiento de corrupción que tiene la ciudadanía europea es muy alto, de todos sus países y, aun cuando no establecía ninguna escala, nuestro país era mencionado entre los más destacados. Seguramente la corrupción sea el pecado más grave que puede cometer un gobernante; pero sin llegar a ser corrupto, un gobernante puede ser rechazado cuando olvida otros deberes elementales que degradan su legitimidad a los ojos del gobernado.
Todo gobernante, todo poder público es humano, como tal puede equivocarse y cometer errores. Las equivocaciones, por graves que sean deben ser aceptadas por los gobernados. El problema no es errar en la acción de gobierno, el problema es faltar a lo que sin duda es el catecismo de todo gobernante y que me atrevo a sintetizar en cinco mandamientos:
- No utilizar información, recursos, poderes a los que tiene acceso en razón de su cargo en beneficio propio.
- No mentir a sus gobernados.
- Asumir las responsabilidades que se deriven de las acciones de sus subordinados y agentes bajo su mando.
- Cumplir fielmente como el que más las órdenes y reglamentos que emanan de su propio gobierno.
- Anteponer los intereses de los gobernados a los de su propia reelección.
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