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El cabreo nacional 5 feb 2015 12:45 Placido Guardiola

La teoría del cabreo y sus efectos en el voto «Electorado español ante el cambio»

Dando leña al contrario

Llevo años pensando que en las teorías sociológicas que explican el comportamiento político de los electores además de las clásicas, tales como la formulada por E. Noëlle-Neumann1 sobre cómo actúa el efecto apuntarse al caballo ganador formulada en su célebre teoría «La espiral del silencio»; sería necesario en el caso español añadir una específica sobre el cabreo nacional.
«No se es conservador sino anti-progresista. Aquí, en España, somos ante todo anti...»
La teoría explicativa que propongo y que denominaría «Cabreo nacional», está relacionada con las características propias de nuestro carácter nacional. El carácter del español medio no es el de ser esto o lo otro, en política de izquierdas o derechas, progresista o conservador… Los españoles más bien somos de Izquierdas porque detectamos a la derecha o viceversa.
De este modo, cuando aquí alguien se define de izquierdas lo hace fundamentalmente no tanto por las bondades que atribuye a esa ideología, sino por las características que atribuye a las derechas. No se trata de un izquierdista, sino de un anti-derechas, No se es conservador sino anti-progresista. Aquí, en España, somos ante todo anti lo que detectamos, ante lo que consideramos como origen de todo los males que nos aquejan. En nuestro sistema electoral funciona muy bien el voto de castigo, es decir, voto esto aun a sabiendas que no me convence, en tal de que no salga aquello que detecto e irrita. Esa forma peculiar de actuar ha venido funcionando en estos años de democracia.
No digo que con ello mi teoría del «Cabreo nacional» pueda explicar completamente el comportamiento electoral de los españoles, pero si que al igual que la de Noëlle-Neumann puede ayudar a entender parte de las tendencias que se han dado en su comportamiento durante nuestra reciente historia electoral. Seguramente también en la más antigua de nuestro siglo XIX donde acuñamos la manida expresión de “cuando vengan los mios” y, desde luego, cuando llegaban se enteraban los contrarios.
«Nuestra teoría del Cabreo nacional ayudaría a explicar el triunfo del Gónzalez en el 82, el de Aznar en el 96, el de Zapatero en 2004 y el de Rajoy en 2011...»
La teoría del «Cabreo nacional» ayudaría a explicar el triunfo de Felipe González en 1982 cuando artos de las bravuconadas de la ultra-derecha masivamente los españoles que votaban centro derecha votaron por primera vez centro-izquierda. Ya en los noventa nos ayuda a explicar el triunfo de un insulso Aznar ante el cabreo generado con tanto Roldan, Filesa, Malesa, BOE, etc. que termino por dilapidar el rodillo socialista.
Más recientemente el estupor y escándalo por la pésima gestión que se hizo de la información sobre los tristes sucesos del 11 M darían un vuelco en contra de todo pronóstico entregarían el gobierno al inefable Zapatero. Sólo el cabreo del personal sobre una pésima gestión y negación de la crisis evidente, amén del posicionamiento del propio Zapatero en una ultra-izquierda de boquilla (en la práctica adoptó las políticas que le recomendaba la troika), terminaron dando de nuevo la mayoría absoluta al PP.
Observado desde este prisma no cabe duda que los grandes cambios electorales que se han producido en nuestro país han venido acompañados de sentimientos de cabreo nacional generalizados entre buen número de electores. Hoy sería imposible explicar el fenómeno Podemos al margen de estos sentimientos de cabreo contra la políticas de austeridad aplicadas por el PP y los escándalos de corrupción de nuestra clase política. Cabreo que, a mi juicio, no se justifica tanto en las consecuencias de austeridad que soportamos los ciudadanos, sino en que empezamos a ser conscientes de que sólo las soportamos los ciudadanos de a pie. No percibimos esos recortes en las bagatelas de las que disfruta la clase política, el adelgazamiento de la maquinaria de la Administración del Estado o la reducción efectiva de nuestro déficit (este último lo dejó Zapatero entorno al 70% del PIB y Rajoy lo ha subido hasta cerca del 100%), vamos que hemos perdido coberturas y prestaciones en servicios básicos (educación, y sanidad fundamentalmente), hemos ganado menos, pagado más impuestos para que el gran mal de la administración no sólo no mejore sino que aumente.
«No creo en ellos, se que nos llevan al desastre; pero es la única forma de cambiar esto...»
Mientras tanto el sistema político, la Administración Pública sólo ha sufrido cambios de maquillaje y sigue rodando sobre las mismos engranajes y lubricantes de siempre. Ni Diputaciones, ni municipios, ni autonomías, ni asesores, ni sueldos… nada de nada la maquinaria administrativa sigue tan sobre-dimensionada como siempre. El sistema político, pese al ligero cambio que introducen algunos grupos con sus primarias (que ya veremos en que quedan ante los empujes de los pesos pesados del aparato), siguen tan oligárquicas como siempre.
Nada explica mejor el constante crecimiento de Podemos, ni que varios de sus posibles votantes que conozco te argumenten: “No creo en ellos, se que nos llevan al desastre; pero es la única forma de cambiar esto y por eso los voy a votar”. Cuando oigo estos argumentos de muchos amigos y conocidos a los que tengo por sensatos y formados, me confirmo una vez más en la necesidad de incorporar la teoría del «Cabreo nacional», a la ciencia política para explicar nuestro comportamiento electoral. Por otra parte, aunque me duela decirlo, estoy cada día más convencido de que estamos ante un cambio político en España, con independencia de que sea a mejor o peor, pues con los años, también aprendí que los cambios no necesariamente han mejorado nuestra sociedad.
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(1) Para saber más sobre como funciona la espiral del silencio en el voto ver:

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