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Del mirar y el fotografiar 14 dic 2015 11:09 Placido Guardiola

Paralelismos y diferencias entre el ojo y la cámara «El ojo y la cámara»

Fotografía a contraluz

Del mirar y el fotografiar De todos los sentidos que posee el ser humano, la vista es el más desarrollado y al que mayor uso damos a diario. Su uso es tan habitual en nuestras vidas que llegamos a pensar que el acto de ver y mirar es intuitivo y simple; sin embargo pocas veces somos conscientes de la complejidad que encierra ese acto tan cotidiano en nuestras vidas.
«Creemos ver a través de los ojos con los que miramos, cuando en realidad vemos con el cerebro...»
Creemos ver a través de los ojos con los que miramos, cuando en realidad vemos con el cerebro, el ojo sólo recibe estímulos de lumínicos en distintas frecuencias (los colores) pero no son ellos los que ven, sino que la imagen que creemos ver se procesa en nuestro celebro al igual que la imagen que sacamos de nuestra cámara digital es revelada y reinterpretada por el procesador y el software que contiene nuestra máquina.
La prueba de ello la tienen en que nuestra vista y ojos no perciben la tercera dimensión, la profundidad la reconstruye nuestra mente al contraponer dos imágenes bidimensionales que se toman a unos 7/10 centímetros de distancia (la del ojo derecho y el izquierdo). Por si fuera poco percibimos el paso del tiempo en lo que vemos, intuitivamente sabemos que la hoja que hay que el suelo hace un tiempo se desprendió de la rama del árbol, percibimos pues la realidad exterior en cuatro dimensiones alto, ancho, fondo y tiempo. Esto es posible porque las imágenes que miramos no las construye el ojo sino el celebro.
El mirar es muy rápido e inconsciente, nuestro celebro no para de enviar órdenes a los nervios ópticos ordenando que miren esto o aquello, que enfoquen este punto o el otro. Pocas personas son conscientes que también nuestra mirada enfoca según ordena el celebro aquel punto que es de nuestro interés, pero que no vemos todo nítido como exigimos de una fotografía. En la fotografía nos valemos del llamado campo de profundidad a través de la regla que nos indica que con un diafragma más cerrado se amplia y lo que sale medianamente enfocado abarca a la vez objetos más cercanos y lejanos. Pero nuestro mirar es como el de la cámara, sólo enfoca un punto. Si lo vemos todo enfocado es porque nuestro celebro manda a los ojos enfocar los primeros planos y los últimos a una velocidad increíble, de forma que nos parece ver todo enfocado pues miremos lo que miremos lo veremos a foco. En realidad no es así, vemos una cosa a foco y después la otra porque nuestro celebro se anticipa al mirar y rápidamente cambia de enfoque.

«El sensor del ojo humano equivale varios cientos de megapixeles de los cuales la mayoría sólo detectan grados de luminosidad en blanco y negro y de todos ellos nuestro celebro sólo utiliza una mínima parte...»
A pesar de que se dice que un objetivo de 50 mm equivale a la visión humana, no es cierto. Los estudios sobre el comportamiento físico del ojo humano nos dicen que este es capaz de ver casi 180 grados lo que equivaldría más bien a un 10 o 15 mm en un objetivo de nuestras cámaras y algo menos en vertical. Ocurre que sólo es capaz de enfocar una pequeña parte de esa visión, la que está en el centro de la mirada. Su visión media es de unos 22 a 24 mm y esto lo hace con grandes aberraciones cromáticas que luego nuestro celebro elimina y corrige. El sensor del ojo humano equivale varios cientos de megapixeles de los cuales la mayoría sólo detectan grados de luminosidad en blanco y negro y de todos ellos nuestro celebro sólo utiliza una mínima parte.
Con la luz pasa algo similar, podemos ver el campo iluminado a pleno sol con detalles en las luces, si nos fijamos a continuación en el tronco del árbol que tenemos delante, que está en la sombra y a contraluz, somos capaces de reconocer la textura y detalles de su corteza. Simplemente nuestro iris se cerró para ver los campos iluminados y se abrió para percibir la corteza del árbol en la sombra.
Hasta la llegada de la fotografía digital era muy difícil sacar detalles en las altas luces y conservar también los detalles en las bajas. O al revés, la disparidad entre un objeto claro iluminado por el sol y uno obscuro en la sombra es tan alta que la respuesta química de la película no podía. Los viejos papeles en blanco y negro tenían que representar desde las luces más brillantes a los negros más profundos en sólo nueve tonos, desde el blanco roto al negro quedaban siete niveles intermedios de gris. En esos escasas nueve niveles tenían que caber los infinitos tonos de la realidad.

Una foto bien expuesta a contraluz no podía mostrar mucho más de lo que aparece en la imagen superior, incluso es posible que ni siquiera llegara a ella y la imagen que abre este post sería sencillamente imposible. En la fotografía analógica la llamada latitud de exposición (también llamado rango dinámico) se reducía pues a nueve niveles. Hoy con la fotografía analógica la latitud o rango dinámico se amplía a catorce o dieciséis, especialmente si se dispara en RAW y se hace un revelado correcto. Esa es la clave de que puedan obtener fotografías a contraluz y conservar algún detalle en las zonas de sombra.
«Al igual que miramos con los ojos pero vemos con el celebro, nuestra cámara mira por el sensor y ve a través de su procesador y su software...»
Al igual que miramos con los ojos pero vemos con el celebro, nuestra cámara mira por el sensor y ve a través de su procesador y su software. Por qué entonces si ponemos tanto interés en la composición, en el encuadre, tenemos que dejar que sea un programa informático quien decide lo que se ve y lo que no. Porque dejar en sus manos que azul queremos el cielo o qué verdes y rojos saldrán en nuestra imagen. He aquí donde veo la necesidad imperiosa de que todo aquel que se considere fotógrafo debe también revelar sus fotos. La fotografía no nació con el deseo de ser un calco de la realidad, el fotógrafo no pretende imitarla o copiarla sino expresar con ella sentimientos y emociones, invariablemente las suyas ¡claro está!, pero en esto radica el que sea un arte y no un ejercicio mecánico de fotocopiar lo que vemos. El mirar y el fotografiar son pues actos muy, pero que muy personales si antaño se consideraba un mérito la técnica del fotógrafo que quitaba el automático para decidir sobre las luces que recogía su película exponiendo en manual, por la misma razón, hoy tiene más mérito el controlar el proceso por el que se forma la imagen para que aquello que sale en la foto sea lo que vio el fotógrafo al disparar.

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