«Cuando todos debemos arrimar el hombro»
Ayer la indignación salía a la calle en ochenta ciudades españolas, hay tanta indignación que, seguramente, no salió toda ella a las avenidas y plazas por donde trascurría el paso de las manifestaciones en cuyas cabeceras figuraban los líderes sindicales que han sido coparticipes necesarios del desastre que nos ha conducido a ésta situación. Seguramente por ello, algunos indignados optaron por tragarse su cabreo y desesperación.
En cualquier caso, nuestro primer mandatario, el gobierno y la casta política en general son conscientes del alcance de este malestar. Son tan conscientes de que se han sobrepasado los límites del aguante nacional que, todos ellos han querido dar muestra de solidaridad con el sufrimiento que han infringido a la ciudadanía. El Rey, el Gobierno, los diputados, senadores, la alcaldesa de Madrid, diputados provinciales y otras distinguidas personas representantes del Poder, han optado voluntariamente por inflingirse un descuento del 7,1% en sus haberes, para ejemplarizar así el castigo que nos imponen.
Personalmente de nada me vale este intento moralizante. En primer lugar, porque llega tarde, la pedagogía del gesto valdría si en primer lugar se hubieran recortado ellos antes de exigir sacrificios a los demás. En segundo, porque aún salvando que sus haberes y retribuciones son muy superiores, el 7,1% que se han impuesto sólo es el último de los sablazos que nos han pegado a los demás. Si quieren dar ejemplo que se pongan el recorte de Zapatero, el que impuso Valcárcel en Murcia y otros califas en sus taifas, que se suban el IRPF (entre todo ello a mi me han recortado un 21%), que aumenten sus horas de dedicación y, si de verdad quieren ser ejemplarizantes, se quiten o rebajen alguna que otra bicoca de las que tienen como; cochecitos oficiales, gastos de representación, dietas, pensiones vitalicias…
Entonces y sólo entonces comenzaré a creer en sus palabras y en lo de que todos debemos arrimar el hombro. Mientras tanto, recorten de verdad, pero de donde todavía no se atreven y es el origen del actual despilfarro que, al día de hoy, sigue intacto.
Por favor gestos de disimulo y mal pagador pocos, no está el horno para bollos, y de moralina estoy hasta la corinilla. Ejemplifiquen de verdad.
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