«Todo el mismo día a la misma hora»
Aquí en Jumilla somos especiales, tan especiales que somos capaces de pasar largas temporadas sin que se mueva un pámpano y días donde se nos amontona toda la siega. ¡Qué le vamos hacer será nuestro carácter!
Tras una larga temporada en el campo que, o por unas razones u otras no he podido bajar al pueblo, por fin lo hacia para estrenar la primavera. La ocasión para salir me venía al pelo, pues además del buen día antes había ido a que mi peluquera me arreglara. Todo estaba preparado para trazarse un buen plan para ese día y disfrutar; sin embargo, cual sería mi sorpresa al ver que todo cuanto me apetecía hacer esa mañana coincidía en el tiempo.
Para empezar, en la Iglesia Mayor de Santiago estaba el pregón, este año a cargo de un jumillano. Para más señas, un nieto de Desi el de la zapatería de la calle Loreto, e hijo de Martín Ortega el abogado. El chico, abogado como su padre, anda bien colocao en Madrid y dicen que es muy listo y preparado en eso de las Relaciones Internacionales. Me apetecía ir a escucharlo pues recuerdo su abuelo en la tienda era un gran conversador.
Al poco me entero que en el jardín de la glorieta han plantao un mercadillo los artesanos locales con sus productos y la mañana soleada invitaba a dejarse caer por allí. Si no tenía claro que decidir en el dilema, la cosa se complico cuando al bajar por las calle de los pasos dubitativa sobre el camino a escoger comenzaron a sonar los instrumentos musicales de la banda Juvenil de la Asociación Amigos de la Música. Las marchas y piezas elegidas parecían adelantar en esa mañana primaveral la Semana Santa, por lo que opté finalmente por no moverme del Glorieta y matar dos pájaros de un tiro. El pregón, pensé en ese momento, lo vería por Telecable Jumilla.
Pero todavía sigo sin entender esa costumbre tan jumillana de hacerlo todo el mismo día y a la misma hora, con tantos días como tiene el año.
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