«Una ciudad sin calles ni plazas»
En estos días que perezosamente se alargan con la luz del sol, como si quisieran hacer desaparecer la noche.
En estos días de negros horizontes, tan oscuros como la lava del volcán irlandés que hace cerrar los aeropuertos ante el riego de pulir los fuselajes por las cristalinas y duras arenas que arroja.
En estos días donde me resisto a teclear nada ante la sensación de que nadie quiere escuchar lo que yo pueda contar.
En estos días digo, un amigo, un amigo del alma, de esos con los que pasabas horas y madrugadas de charla, de esos que sin saber cómo la vida te separa, me ha pedido ser admitido en mi Facebook. Tiene bemoles y guasa la cosa, que tu y yo amigo, amigo del alma, tengamos que estar unidos por esto de las redes sociales. Tu allí, yo aquí, ambos tras la pantalla, y cada uno en su habitáculo particular, en ese refugio narcisista donde nos encerramos para quizá no saber de la calle, aunque ambos sabemos que no podemos vivir sin conocer cuanto acontece en sus avenidas y en sus plazas.
Colgaremos fotos, escribiremos en nuestros muros expresando nuestro estado anímico matutino, nos enviaremos esa chorradita graciosa o ese regalo virtual; pero tu allí, yo aquí, sin salir de la privacidad de nuestros salones, sin estar expuestos a los peligros e inseguridad de las calles. Compartiremos amigo mio, el tiempo y la topología de esa ciudad virtual que no tiene calles, avenidas, rambletas ni plazas.
Pero en estos días amigo, amigo del alma, no quiero escribir, ni siquiera dejar un comentario en el muro, tampoco dejarte esa dirección que ayer descubrí por azar navegando en la red. En estos días de mayo, me apetece perder las horas, el tiempo, dejar pasar la vida compartiendo contigo de nuevo, las calles, plazas y rincones de nuestra Jumilla natal.
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