«Un ácrata de verdad »
Conocía a Pedro Luís «El de las Maderas» (así se le distinguía) y a su esposa desde mi infancia, había sido compañero de juegos de su hijo mayor y correteado por su casa y la serrería; sin embargo, no fue hasta el final de la dictadura cuando en alguna conversación que mantuve con él, descubrió en mi lo que el llamaba «sensibilidad social», desde entonces me distinguió con su amistad y aprecio que ya fueron mutuos.
Fue Pedro Luis un gran anarquista, si el termino en cuestión les trae a sus mentes alguna connotación negativa, se los diré de otro modo; Pedro Luis, tenía una alma grande y desbordaba humanidad por cada poro de su piel. Fue ecologista convencido antes de inventarse la palabra y un profundo creyente en la bondad del hombre y del alma humana, seguramente por eso podía ser un gran anarquista, sólo así se comprende el estar convencido de que el hombre puede gobernarse así mismo en ausencia de restricciones, poder o coacción alguna.
Sobre este tema, tan filosófico versaron muchas de nuestras largas y profundas diatribas, especialmente porque yo, más cartesiano, siempre albergaba alguna duda. Para él la clave estaba en la educación, en la cultura que le diéramos al pueblo. Una CULTURA con mayúsculas que sacara del ser humano lo mejor que hay en él, no una cultureta y manipulación que estábamos dando. Una educación donde todos, padres, maestros y sociedad estuviéramos implicados. Si eso se daba, para él era posible la utopía ácrata.
Es imposible abarcar la grandeza de este hombre en unos cuantos párrafos; pero me resisto a no contarles alguna pincelada de su vida. Su esposa era una mujer creyente y practicante, él sin embargo sólo creía en la bondad del hombre, un día me explicó: “sabes en el fondo creo que si hemos funcionado tan bien, es porque en el fondo coincidimos, amamos las mismas cosas”. En otra ocasión, ya con setenta y nueve años cumplidos, me narró con toda alegría su primer bautizo en el monte, había acudido voluntario a Moratalla a sofocar un incendio, cuando la descarga de un hidroavión le había empapado su cuerpo mitigando el calor sofocante que en ese momento soportaba. Pues Pedro Luís era y practicaba el ecologismo desde antes de inventarse la palabreja a eso le llamaba el «naturismo» cosa que era consustancial con su manera de concebir el mundo y el papel del hombre en él.
De tarde en tarde, me decía que debíamos hacer algo, fundar un club, ateneo, donde enseñar a los más jóvenes, donde transmitir otros valores… Esos que hacen del hombre un ser realmente humano y culto, respetuoso con la naturaleza y con su semejante. Esos, que él practicaba y que le llevaron a renunciar a la indemnización que le correspondía por habar sufrido injustamente cárcel tras la guerra civil, sin otro justificante que tener ideas ácratas. Recuerdo que cuando le dije que cogiera ese dinero, sabía que por entonces andaba apurado, me dijo: “No, amigo, porque aceptarlo es reconocer que con ello se paga la indignidad que sufrí sin motivo”.
Supe amigo Pedro Luis que pronto nos dejarías, cuando hace apenas unos meses tuvimos nuestra última conversación, no por tu estado encorvado y tu pesado andar apoyado en la cuidadora, sino cuando me dijiste “Me estoy volviendo muy pesimista, veo que esta sociedad seestá muy instalada en la comodidad y no quiere cambiar” Entonces, me dí cuenta que el viejo optimismo, la esperanza que siempre albergó tu corazón sobre la bondad del hombre, comenzaba a marchitarse. Por eso, yo que era conocedor de tu vitalista visión humana, supe que sólo ese apagón de la vida biológica podía haber obrado tal cambio en ti.
Ya ves Pedro Luís, con esta vida de locos que llevamos, ni siquiera me enteré de tu muerte hasta pasado tu funeral, ni siquiera pude acompañarte en ese último trance hasta que la tierra, la madre tierra, abrazara tus restos para siempre, tal y como hubiera deseado; pero hoy estoy seguro que hay un Dios Universal que acoge en su seno a las almas grandes como la tuya, no puede ser de otro modo. Tu ejemplo sigue vivo en mi corazón y en aquellos que te conocimos.
Pedro Luis Díaz, un gran hombre
30 jul 2009
08:54
Placido Guardiola
3 comentarios :
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Desde pequeña Pedro Luis era para mí "el hombre de las revistas", siempre puntual, cada semana, un señor que me despertaba mucha curiosidad nos visitaba. Me resultaba misterioso y pensaba que escondía un gran secreto.
ResponderEliminarTenía muchas cosas que yo entonces no sabía, y en este relato que con agrado he leído después de meses sin entrar al Rendrijero me ha emocionado poder recordarle.
Espero que sea verdad que la vida y la historia de Pedro Luis quedará guardada en un libro. Sería una suerte que su camino quedará dibujado en palabras para que nunca, nunca se perdiera...
Pedro Luis , ademas de todo lo que ha dicho Placido, era MI PADRE, un gran padre alentado por una GRAN MUJER ; que fue MI MADRE ; los que
ResponderEliminarme han querido mucho y me han hecho ser lo que soy, una mujer. Gracias Placido has reflejado muy bien quien era y has hecho realidad uno de sus sueños"que los demas sepan lo que pretendo, que se hable de lo que yo sentia". Nos decia cuando sabia que se estaba muriendo y se aferraba a la vida con ganas de seguir sembrando.
No tienes que darme las gracias, quienes conocimos a tu padre y tuvismos la suerte de gozar de su amistad, sabemos de sobra que lo mejor que podemos hacer es dar testimonio de sus ideas y su ejemplo. Como siempre ocurre, un hombre así, solo podía terminar al lado de una mujer con la bondad de tu madre.
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