«La hipoteca que nos ata»
La irrupción de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación ha supuesto para el sistema productivo un aumento de la flexibilidad y movilidad. Estas tecnologías permiten saltarse las barreras espacio-temporales y realizar tareas donde diversas personas no tienen que compartir el aquí y ahora. Igualmente, esas características de movilidad y flexibilidad se imponen en nuestra vida privada y social sin que apenas seamos conscientes del gran cambio que suponen, tampoco de las implicaciones psicológicas que tienen en nuestras vidas de cara a la estabilidad emocional.
Hace unos días las palabras del italiano Mario Monti: Monti: "Digamos la verdad, qué monotonía el puesto de trabajo fijo", desataron las iras de sus paisanos. Ayer la Ministra de Gobernación Anna Maria Cancellieri, reavivó de nuevo la polémica al señalar que los italianos están: "aferrados a un empleo fijo en la misma ciudad y cerca de mamá y papá". Por su parte, nuestro paisano el arzobispo de Granada Francisco Javier Martínez, se despachó a gusto el pasado domingo en su homilía al arremeter contra la cultura de ser un pueblo subsidiario y la aspiración de los jóvenes de hacerse funcionarios, que califico de “enfermedad social”.
Polémicas aparte, estos hechos son el botón de muestra de lo que nos está ocurriendo, de cómo los cambios en la movilidad nos van a afectar cada día más, sin estar ni educados ni preparados para ello. Hemos sido educados en la estabilidad y seguridad que ofrece el hogar familiar, necesitamos mirar el horizonte con la al menos la seguridad de que tendremos cubiertas unas necesidades mínimas el día de mañana, que cubriremos esos gastos mínimos como el pago de la hipoteca, la factura del gas y la luz. Necesitamos esa mínima estabilidad que nadie nos asegura, al mismo tiempo que por doquier el sistema productivo nos está diciendo que se acabó lo del empleo fijo de por vida y el reloj o la placa de la empresa a nuestra jubilación.
Nos piden estar abiertos a la movilidad en el empleo y nos fijan al pago de una hipoteca a 35 años, he aquí la gran paradoja de nuestros días. Se nos pide movilidad en el empleo y las empresas comerciales quieren y pretenden fidelidad a sus marcas ¿Habrá mayor contradicción?
Jumilla es un buen ejemplo de esta contradicción, la prosperidad de estos años atrás no ha surgido de un desarrollo económico y local endógeno; sino de que miles de jumillanos se levantaban a las seis de la mañana poniéndose en ruta a su trabajo de construcción en la costa, para volver en la noche tras una larga jornada de horas extras. Fenómeno inexplicable de no ser por el apego a la tierra, la familia y la casa que nos ha convertido en una ciudad dormitorio.
Dice: "aferrados a un empleo fijo en la misma ciudad y cerca de mamá y papá"
ResponderEliminar¿Hay algo mejor que eso en esta vida?
Mi mayor patrimonio es MI FAMILIA.