Ahora, cuando la mayoría de nosotros hemos sustituido en nuestras vidas la experiencia de vivir y sentir cuanto nuestro entorno nos ofrece por la funesta manía de fotografiarlo. Cuando el vivir, el viajar, el tomar una buena tapa dejan de tener sentido si no lo captamos con el sensor de una cámara (léase el móvil en la mayoría de los casos), para posteriormente subirlo a Facebook . Cuando todo esto ocurre, es cuando cabe preguntarse ¿Qué cosa fotografiamos?¿Por qué narices lo hacemos?
«Hemos sustituido la experiencia de vivir por el acto de tomar imágenes...»
Hemos sustituido la experiencia de vivir por el acto de tomar imágenes, la acción social con los amigos con el hecho de compartir esas imágenes en las redes sociales. Ya no viajamos, nos hacemos «selfis» delante de los hitos más importante de las ciudades y lugares que visitamos. Tampoco disfrutamos de un buen vino, una excelente comida o una tapa si no lo capta el sensor de nuestro móvil para enviarlo vía Whatsapp a los amigos que tenemos en la agenda de nuestro teléfono.
Lo importante ahora no es vivir y disfrutar de nuestra experiencia; no, lo importante ahora es dejar constancia de lo vivido, decir alto y claro que vivimos, que visitamos Venecia, Roma o Paris. Que nos tiramos entre pecho y espalda ese chuletón de Ávila, el cochinillo segoviano el percebe gallego y todo regado con un Juan Gil 18 meses o un blanco del Penedés.
«El fotógrafo nunca refleja en sus imágenes la realidad que ve, más bien se refleja así mismo en la realidad que capta»
La difusión de la fotografía digital y su integración en la telefonía móvil permite todo esto y mucho más. Ahora hasta el más tonto hace relojes y el software que contienen nuestros móviles permite hacer fotos antes impensables en la fotografía analógica. Las diminutas cámaras digitales integradas en los teléfonos de última generación (no digamos las cámaras fotográficas por sencillas que sean), exponen y enfocan correctamente sin necesidad de tener ni idea de técnicas fotográficas, consiguiendo magníficos resultados ¿Pero qué cosa fotografiamos?
Hoy, cuando les explicaba en clase a mis alumnos de Comunicación Audiovisual los aspectos sociológicos relacionados con la fotografía les decía lo siguiente: “El fotógrafo nunca refleja en sus imágenes la realidad que ve, más bien se refleja así mismo en la realidad que capta. No retrata cosas sino que se retrata el mismo a través de sus imágenes”.
En el fondo, ésta manera por la que cambiamos el vivir y experimentar la realidad por una buena colección de fotos que compartimos en la red, dice mucho de nuestras vidas, habla de nosotros y muy poco de los lugares que visitamos, de las fiestas que disfrutamos o los manjares que comemos. Habla de la fugacidad de nuestra existencia, del deseo infinito de demostrar que hemos vivido pero que no vivimos.
Sinceramente una imagen nunca es un fiel reflejo de la realidad, pues para hacerla hemos encuadrado eligiendo para que aparezcan algunos elementos que estaban allí y eliminando otros que no aparecen. Lo que nos condujo a tomarla no es sino el profundo deseo de parar y retener ese instante, de hacerlo nuestro para siempre, de poseerlo. En definitiva no fotografiamos la realidad, sólo nos fotografiamos a nosotros mismos.
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