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La Guardia Civil 12 oct 2012 14:37 Placido Guardiola

«Entre el miedo, respeto y admiración»


 Precisamente hoy, día del Pilar, cuando el cuerpo de la Guardia Civil conmemora la onomástica de su patrona, vienen a mi memoria la imagen indeleble que desde niño conservo de ellos. Todavía hoy, más de medio siglo después de que la escena que les voy a relatar ocurriera, no puedo evitarla cada vez que en la vida cotidiana me cruzo con un agente de este cuerpo. En aquel remoto invierno yo tendría entre cinco y seis años, aunque no puedo precisar las circunstancias o el motivo, estaba en el campo con mi padre y la guardacasera en la «Casa de los Carriones» o «Bellavista» situada a pie de monte desde donde se divisa todo el valle. A lo lejos, dos caballerías parecían tomar el camino de subida a la casa, por lo que inmediatamente corrí a comunicarlo a los mayores que andaban cada uno con sus faenas de costumbre. «Será la pareja de la guardia civil que viene de ronda» -me comentaron sin darle ningún énfasis ni importancia a aquel acontecimiento que a mi me parecía extraordinario- Volví de nuevo a la esquina trasera de la casa y no deje de seguir con mi mirada atónita aquellos dos caballos que poco a poco, a medida que se acercaban, tenían un porte mayor adivinándose más detalles de quienes cabalgaban sobre sus lomos. Finalmente, pasaron ante mí sin cruzar palabra y doblando la esquina opuesta se dirigieron al portal de entrada. Aun me parece ver desmontar a aquellos dos impresionantes guardias civiles envueltos en sus capotes, con sus tricornios negros y un impresionante fusil mauser que sobresalía por detrás de un hombro. Ataron los animales en la argolla que había junto a la puerta y se dispusieron a entrar en la casa donde, la guardacasera, les preparó en un momento la merienda de las buenas ocasiones, es decir, un buen cacho de pernil, el plato de las olivas, el barril del vino y para terminar un plato de mantecaos de aceite. Ya no recuerdo si sacaron la copa de anís.
Allí estuvieron un buen rato, creo recordar que hasta que terminaron las viandas, deparando y preguntando a mis mayores sobre las cuitas,  idas y venidas de las gentes que hubieran sido vistas deambulando por aquellos parajes. En todo ese tiempo, yo, no aparté la vista de sus secas y enjutas caras, el enorme bigote de uno de ellos,  aquellos correajes en los que pendían abrochados una especie de recipientes cuadrados que yo imaginaba llenos de balas y explosivos. De vez en cuando, con disimulo y sin que se notara mucho, mi mirada se iba a los detalles de sus enormes fusiles que permanecían apoyados en la sillas que ocupaban. Recuerdo el brillo de sus parte metálicas. fruto sin duda, del bruñido y limpieza diaria al que debían ser sometidos. Mas tarde, aquellos imponentes, enormes, e impresionantes guardias civiles, montaron sobre los dos preciosos caballos de pelo rojizo, embozándose de nuevo sus capotes, prosiguieron su su marcha.


 Desde entonces, no he podido borrar esa sensación de asombro entre temerosa y respetuosa que me causó aquella pareja de la benemérita. Con los años, mi afición a la fotografía y mi profesión de sociólogo me llevaron a descubrir, no hace mucho, dos imágenes que representan mejor que ningún otro documento el cambio y las transformaciones que hemos vivido en nuestro país. Ambas fotos son de agentes de la guardia civil. La primera, forma parte del reportaje gráfico más visto en la historia de la prensa gráfica y que fue publicado (en España censurado)(1) en 1951 por la revista LIFE. Me estoy refiriendo al reportaje titulado  «Spain Villaje»  (Una aldea española),  que uno de los más grandes reporteros gráficos de toda la historia Eugene Smith, hizo sobre Deleitosa, un pueblo a 9 kilómetros de Cáceres . La segunda, tomada por el reportero de EL PAIS Tino García, a otros tres guardias civiles en el mismo pueblo, cincuenta años más tarde. Al margen de paso del obligado, desde el blanco y negro de antaño al todo color de ahora, merece la pena detenerse en sus personajes y reflexionar sobre lo mucho que hemos cambiado. Frente a los duros, secos y serios rostros de aquellos picoletos rurales de hace medio siglo, ahora tenemos a jóvenes y sonrientes guardias civiles alrededor de los cuales unos chavales juegan al balón. Chavales que no se inmutan a su paso y a los que,  seguro, no  se les grabara una imagen tan impactante en sus memorias como la que me produjo a mi aquella pareja a caballo que les acabo de relatar. En la actualidad hasta el imponente tricornio se ha transformado en simpática gorrita.
En cualquier caso, pese a la fuerte impresión que me produjo esa imagen que jamás podré desterrar de mi memoria, quiero felicitar en este su día a los numerosos guardias civiles que, con un sueldo de miseria, velan por la seguridad y la vida de todos nosotros en la carretera, montaña, campos y caminos de esta piel de toro que llamamos España. Hoy, no me cabe duda, estos hombres y mujeres merecen más respeto y consideración de la que a diario les dedicamos.
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(*) La revista Life vendía unos 5 millones de ejemplares en aquella época, sin embargo, el número que contenía este artículo correspondiente a Abril de 1951 tuvo una venta de 27 millones de ejemplares. Se considera una de las causas por la que, finalmente, no hubo un Plan Marshall español, pues puso en contra a la opinión pública estadounidense contra las ayudas al Gobierno de Franco. El Gobierno Español mandó secuestrar ese número de la revista y sólo en 1999 se difundió en España.

1 comentario :

  1. Estupendo artículo, Plácido, y merecido homenaje a la Guardia Civil. La Virgen del Pilar es la patrona de la Benemérita desde 1913, antes de que el día fuera declarado festivo, en 1918, con el nombre de Día de la Raza, y mucho antes de que el 12 de octubre pasara a ser la Fiesta Nacional en 1987.

    Yo también he visto esa escena de la pareja comiendo en la casa del campo, con el mosquetón entre las piernas.

    En estos días en los que el nacionalismo catalán arrecia, también es momento de recordar que 230 guardias civiles han muerto víctimas del nacionalismo vasco y en defensa del Estado.

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