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BLOGS Y ENTROPÍA II 7 nov 2009 20:38 Bartolomé Medina

LOS MURCIÉLAGOS DE LA RED
Tenía pensado desde hace tiempo publicar la segunda parte de este "Blogs y entropía" con el tema del exceso, en todos los sentidos, pero la ciénaga de la pereza me tenía agarrotado. Cual no es mi sorpresa que hace unos días Sonia Anguix publica una entrada que se avecinaba a lo que quería yo escribir. Sorpresa mayor cuando leo los exabruptos vertidos a la entrada por algún comentarista anónimo. Dedicaré pues esta segunda entrega a comentar lo comentado y el comentario. En primer lugar creo que, aceptando como premisa válida lo dicho por Plácido sobre el tema con sus aclaraciones sobre SITEL, son previas a toda declaración escrita, sea del tipo que sea, dos condiciones: una, saber leer, otra saber escribir. Tengo la sensación de que algunos de los anónimos comentaristas que visitan este y otros blogs jumillanos no saben hacer lo primero y, dificultosamente, lo segundo. Es ovbio que el tal Majuelero no ha entendido nada de la entrada de Sonia Anguix, y si lo ha hecho, sus palabras se referirían a otra entrada o a vaya usted a saber a qué lectura peregrina. En cualquier caso, sería su problema, si no fuera porque con sus palabras ha vertido ofensas totalmente injustificadas y malévolas. En mi opinión está bastante claro a qué tipo de anónimos se refiere Sonia cuando habla de "cobardes" o de "mudos rabiosos". De todos modos, en el contexto de la entrada, la palabra "cobarde" no es una agresión, sino una definición, y lo veamos del modo que lo veamos, no se dirige a ninguna persona concreta, porque el objeto de su crítica es un anónimo virtual, en tanto que no da la cara.
Trataré de explicarme.
Obviando el hecho de que nos estamos desenvolviendo en el medio digital llamado Internet, no es nueva la estructura de identidades a la que asistimos en estos entretenidos blogs. Conocemos anónimos soeces o divertidos en forma de graffitis estampados en las sensuales calles de Pompeya. En 1888 fueron cientos los personajes anónimos que enviaron confesiones a los periódicos de la época: "Yo soy Jack el Destripador". Todos salvo uno se revelaron falsos. Resultó que el alma de Londres era el alma de Jack. Un anónimo suele revelar opiniones que uno no confiesa ni a sus amigos. Pero también desde los tiempos de Roma, conocemos los pseudónimos de escritores conocidos que adoptaban otras personalidades para divertir a públicos menos refinados. El Siglo de Oro español o la Inglaterra de Shakespeare cataron bastante esta medicina. Desde Georges Bernard Shaw a Leopoldo Alas muchos han sido los que han recurrido a esta distracción. Recordemos en Jumilla a Tácito o Jaime Alfonso Legolas, hace apenas unos años, cuyas identidades reales hoy todos sabemos. Pero eso no es un anónimo. Un anónimo era, hasta la llegada de los blogs, aquel que pintaba una amenaza de muerte en una tapia, o un grueso insulto en la puerta de alguien a quien se odiaba. Hemos visto demasiadas de estas pintadas de pésimo gusto. Y eso es lo que Sonia denuncia: no a una persona que pone su nombre a disposición de un administrador y se inventa un nombrecillo jocoso, como es mi caso, sabiendo que si alguien verdaderamente quiere saber su identidad real lo conseguirá mediante los medios estipulados; no a una persona que, como dice otra amiga que yo tengo, prefiere permanecer en el anonimato para que los perjuicios asociados a que se sepa quién es realmente no afecten al entendimiento libre de su opinión concreta terjiversada por sobrentendidos espúreos; no a quien inocentemente deja caer en su tiempo libre una opinión correcta, bien expresada y argumentada y no pone su nombre real porque tampoco resulta necesario. No, a todos estos ciudadanos que ejercen su libertad de expresión sin ofensas no es a quienes, con toda justicia, Sonia ha calificado de "mudos rabiosos", sino a aquellos otros "murciélagos de la red" que se ocultan en la noche de la sección de comentarios para verter los capazos de basura que no pueden excretar delante de las personas que los conocen, porque quizá así sabrían su verdadera calaña; se dirige a aquellos otros que atoran las noticias de Telecable, por poner un ejemplo cercano, con tacos, eructos verbales, insultos y marranerías tapando indecorasamente los comentarios sensatos y argumentados.
Se aprovechan estos elementos de lugares donde no se cuelga el cartelito de "reservado el derecho de admisión" porque los dueños creen en la libertad y en el pluralismo, y entran a destrozar el local como si realmente fuera suyo, y se disfrazan de santa indignación si notan siquiera un leve atisbo de que su comentario pueda haber sido lejanamente censurado: ellos, que son la censura del buen gusto y de la razón. Si lo vuestro es insultar y vejar, quitaros por lo menos el antifaz, que ya pasó Todos los Santos.

2 comentarios :

  1. Exactamente Bausán, discrepar es necesario, pero insultar es simplimente de mala educación y si se hace sin dar la cara, de cobardes.

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  2. ¡Chapeau!

    Últimamente se leian cosas muy indecorosas por parte de algun anónimo, cayendo en el insulto y la vulgaridad injustificada, sobre todo con Sonia. Me atreveria a sugerirle incluso como alias "majadero", por similitud con su actual alias y por ser mas acorde a la calidad de las opiniones y argumentaciones que ofrece.

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